12 de juliol 2013

En respuesta a Bernat Ruiz







Normalmente escribo en mi blog en catalán, pero esta no es una entrada al uso. Esta es la respuesta a los tres artículos publicados por Bernat Ruiz en su recomendable blog verba volant, scripta manent en los que analiza el manifiesto de la plataforma APE de la que formo parte. El enlace que usa Bernat en su blog para el manifiesto es el de la entrada en mi blog el pasado día 10 de junio. Por eso, cuando me he dado cuenta que lo que estaba haciendo no tenía cabida como comentario en el Blog de Bernat, ni tampoco como artículo, he pensado que lo más adecuado era colgarlo aquí. Lo que he hecho es copiar los tres artículos e ir comentándolos punto por punto. Lo que yo he escrito está en color verde. Largo y paliza. Aviso. Y si Bernat Ruiz me pide que lo descuelgue por usar su texto sin su permiso lo haré. Faltaría más. Ah, y los libros de la foto son míos. Me obligaron a leerlos en el colegio y gracias a ellos ahora escribo. 


La socialización del libro infantil y juvenil en Catalunya (1): una respuesta errónea a un problema real



La literatura infantil y juvenil es uno de los parientes más pobres de la narrativa. Muchos creen que escribir para niños es fácil; al contrario, es más difícil que hacerlo para adultos por distintos motivos de edad, lenguaje, contexto y referentes, entre otros. Por eso sorprende que los autores catalanes de libro infantil y juvenil sean tan torpes cuando intentan –me temo que sin conseguirlo- defender su sustento.
Te has olvidado de algo importante: defendemos también (y a la vez, porque va ligado aunque sea supuestamente antipático y menos popular que el “todo gratis”) una buena política de lectura en la escuela. El manifiesto expone que la socialización tiene dos grandes perjudicados: a los profesionales y al lector. Sí, ese sujeto menor de edad del que no es necesario olvidarse.
Un problema muy serio
Los editores, escritores e ilustradores catalanes de literatura infantil y juvenil tienen un problema: cada vez más escuelas deciden socializar la lectura de los libros de lectura obligatoria. Hasta hoy se renovaban cada año y quien solía realizar la compra era el AMPA de cada centro. (Es una afirmación peregrina. Algunas AMPA lo hacen/hacían. Muchas. Pero muchas no y eran/son las familias las encargadas de pisar una librería. Algo que ahora suena a anatema y a lo que invitamos/incitamos a seguir haciendo y a recuperar en caso de haber olvidado dicha práctica tal y como consta en el Manifest, en varios apartados: “Cal que existeixin les llibreries? És només tasca del professor la recomanació dels llibres de lectura? Es bo estar al dia les novetats? On, si no a les llibreries tenim el plaer de triar i remenar llibres nous abans d’escollir la lectura que ens sedueixi?” y más adelante, cuando se habla de las consecuencias “Les llibreries tanquen. Sobretot les de proximitat, que en bona part depenen de les compres escolars periòdiques. Molts pobles i ciutats petits veuen desaparèixer les seves llibreries i llibreters.” “El reconeixement de la importància de la feina de les persones que fan possible que existeixin els llibres ( autors, il·lustradors, editors, llibreters etc.). “ Aunque a los libreros también les pedimos que entre tanto Geronimo Stilton se nos haga un puesto, tal y como ocurre con los autores propios en las librerías de aquellos países que estiman su cultura “La recomanació a les aules, la presència a les biblioteques i la visibilitat a les llibreries de llibres d’autors catalans, en equitat amb els autors estrangers.”). Pero algo ha cambiado: ahora ya no se renuevan los libros anualmente; se aprovechan dos, tres o cuatro años seguidos.
Esta medida de ahorro tiene el efecto no deseado –creo que ni siquiera previsto por sus impulsores- de perjudicar económicamente a autores y editores. Si en vez de renovar el libro cada año se aprovecha el título tres años seguidos, autor y editor se embolsan un tercio de lo previsto. Pocos escritores o ilustradores pueden vivir exclusivamente de escribir pero, para aquellos que complementan su sustento con el porcentaje de ventas, la socialización puede ser un descalabro considerable. (Este pequeño detalle es importante para los autores porque cobramos un pequeño y misérrimo anticipo a cuenta de unos derechos de autor que nunca va a llegar con la socialización del libro de lectura. No estamos en igualdad de condiciones con el personal de la editorial o el maestro que bien o mal cobra un sueldo cada mes. Si el libro, al que se le ha calculado un costo según las normas establecidas, no tiene una vida comercial según dichas normas, el autor se queda con un palmo de narices. Pero lo más grave del asunto es que no se queda sin nada por hacerlo mal, todo lo contrario. El libro gusta tanto como para que sea socializado. Bonita paradoja en la que la excelencia se premia con un cero patatero. ). Algunas editoriales pueden verse abocadas al cierre.
El problema es muy serio y debe ser afrontado. Hace ya tres años se creó en Catalunya la Plataforma per la No Reutilització del Llibre Literari a les Aules (Plataforma por la No Reutilización del Libro Literario en las Aulas) para conseguir que la Consejería de Educación de la Generalitat de Catalunya rectificara su política de reutilización de libros, inicialmente pensada para los libros de texto pero que el gobierno autonómico estaba extendiendo a la narrativa infantil y juvenil. Se consiguió posponer el problema sin atajarlo, aunque la mencionada plataforma propuso un modelo de financiación para autores y editores basado en el Public Lending Right (Derecho Público de Préstamo) con interesantes antecedentes en Reino Unido, Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Alemania, Austria, Bélgica, Holanda, Canadá, Israel, Australia y Nueva Zelanda.
Un contexto bastante complejo
El problema parece muy sencillo pero tiene un contexto más complejo, del que aquí sólo mostraremos algunos aspectos relevantes. Para empezar el gran olvidado es el librero: hace años que muchas escuelas y asociaciones de madres y padres de alumnos (AMPA) empezaron a comprar todos los libros directamente a las editoriales, con beneficio para ambas partes tras el puenteo del 30% de margen de la librería. ¿Alguien ha oído a autores y editores salir en su defensa? Yo tampoco, y eso que el lucro cesante para el librero es del 100%. No es que venda menos, es que no vende en absoluto. (Insisto en lo dicho anteriormente pero también añado que si hubieras preguntado -yo colgué el manifiesto en mi blog en el que también pongo a disposición de quien quiera mi mail- alguien podría haberte explicado que las personas a las que acudimos en primer lugar fue el Gremi de Llibreters. Y como muestra de nuestra buena sintonía los libreros han apoyado el manifiesto. Digo yo que si se hubieran sentido ninguneado nos habrían mandado a la porra... http://t.co/fkZiCIt4sJ )
Tampoco hay que olvidar que muchos autores también son maestros de escuela –pero no al contrario, no muchos maestros son autores. Eso no significa que se prescriban a sí mismos –aunque de todo habrá-, pero sí que bajo el prosaico hoy por ti, mañana por mí, a menudo se recurre a la prescripción cruzada. No son muchos, no es ilegal, personalmente ni siquiera me parece ilícito, pero ese detalle no suele mencionarse. (“Muchos”. ¿Cómo lo sabes? ¿En qué estudio consta tal afirmación? ¿Estás convencido que la afirmación que lanzas es cierta? ¿Puedes demostrarlo? No soy maestra, así que no soy sospechosa de estar implicada en tu acusación, pero mi experiencia profesional y personal nunca me ha puesto ante las narices el contubernio que indicas. No se puede afirmar algo que empozoña a un grupo de gente y a la práctica de la lectura en la escuela sin estar seguro. Es más, me desconcierta. En tu blog, al que sigo fielmente, siempre te has mantenido fiel a la realidad y a las pruebas. ¿Por qué ahora no? Lo siento, pero por mucha empatía que destilan algunos párrafos me temo que has sido víctima de lo típico: con la LIJ todo el mundo se atreve).
Lo que tampoco es ilegal es lo que hacen las escuelas y las AMPA. Un libro es un objeto que puede ser cedido y/o vendido en cualquier momento tras su compra y dicha cesión o venta no ocasionará beneficio alguno a sus autores ni sus editores. Siempre se han cedido libros de lectura obligatoria en las escuelas; el problema que se plantea ahora no es cualitativo, es cuantitativo: ha llegado un momento en que esta práctica empieza a afectar el bolsillo de autores y editores. (Otra inexactitud muy grave. El libro de lectura obligatoria nunca se había cedido. Existía, como es lógico, la herencia de libros entre hermanos, el intercambio entre familias, la encomiable e imprescindible biblioteca de aula, de centro, las maletas viajeras, etc.)
Finalmente muchas editoriales, y especialmente ciertos grupos, se acostumbraron a ofertar las lecturas obligatorias junto con los paquetes de libros de texto, aprovechando el tirón prescriptor de la escuela y sus maestros. Eso aseguraba un volumen de venta anual nada despreciable, invitando a los maestros a elegir las lecturas obligatorias de un parco catálogo. El resultado era que los padres compraban las lecturas obligatorias casi como clientes cautivos. (Tienes razón excepto en un tema: pocas editoriales tienen un parco catálogo. La mayoría tienen un amplio catálogo. Incluso demasiado largo. El término cliente cautivo es también inexacto. Los padres se fían del criterio del maestro y compran aquello que se les dice. El cliente es conjunto escuela-familia y la escuela escoge libremente. Y la familia escoge escuela libremente... o casi.)
Inteligencia en peligro de extinción
La reacción de los escritores e ilustradores al problema mencionado ha sido la creación de una plataforma llamada Autors en Perill d’Extinció (en catalán, Autores en Peligro de Extinción) a la que ya se han adherido más de cien escritores e ilustradores. El nombre invita al victimismo y no presagia nada bueno. (Ironía, ironía, ironía... Aunque sospecho que si nos hubiéramos bautizado como Plataforma de Afectados por la Socialización – La PAS- también nos habrían echado a los perros. La verdad constatable es que molesta recordar que hay una cosa llamada cultura que tiene creadores a los que alguien debe pagar para que la cultura exista. Molesta tanto que nadie se atreve a criticar a aquel que no paga en la socialización y se le trata de cliente descontento y sí al perjudicado). Obviando un contexto mucho más complejo del que a ellos les gustaría, lo primero que han hecho ha sido redactar y publicar un manifiesto (Gracias por el enlace a mi blog) que incluye todos los lugares comunes y los sobreentendidos que se supone les benefician y que adolece de tres defectos sorprendentes: es muy confuso, es demasiado largo y está mal escrito, (¿Confuso? Parte 1: agradecimiento a la escuela y exposición de la situación actual Parte 2: consecuencias Parte 3: lo que pedimos. Sinceramente, en lo único en lo que estoy de acuerdo es en lo de largo. Pero no me parece un problema, va dirigido a gente a la que, en teoría, le gusta leer. Fuera bromas, está pensado para que los destinatarios, maestros y familias, tengan suficientes argumentos para reflexionar. Lo complejo no se puede resumir. Y el último apartado está pensado para ser leído de forma independiente. Si quieres saber qué se pide lo lees y punto). que es lo que sucede cuando quien redacta es un comité (Asamblea. Somos, a día de hoy, 119. Hemos redactado hasta 16 versiones según los comentarios de los miembros de la plataforma y de aquellas personas a las que nos hemos dirigido como: libreros, editores, partidos políticos, sindicatos, asociaciones pedagógicas, instituciones...) . He traducido algunos párrafos para ver cómo unas ideas tan cortas pueden ocupar tanto espacio:
Durante estos años los niños y niñas de las escuelas catalanas han tenido un contacto directo con los escritores y escritoras que nos hemos acercado a las aulas para comunicarnos directamente con ellos y responder a su curiosidad. Les hemos contado cómo se escribe un libro, cómo se crean los personajes, cómo se inventan las historias, cómo se dibujan los álbumes…
Es cierto pero las editoriales y los autores cobran por hacerlo. (Ah. O sea, como cobramos nuestro trabajo de animación lectora no sirve. No vale. Es tramposo. ¡Par diez! ¡Cobramos! Vaya, como los maestros, conserjes, barrenderos, críticos literarios, redactores de revistas, etc. Que pecado, que pecado señores... Lo que no cuentas es que además de cobrar también dedicamos una buena parte de nuestro tiempo a realizar charlas sin que haya el ponzoñoso intercambio monetario. Aunque prometo confesarme y rezar tres Padre Nuestro por pedir que mi tiempo profesional conlleve un pago.) Las editoriales montan bolos por las escuelas por cada uno de los cuales el autor puede embolsarse entre 80 y 100€. El resultado de la socialización de las lecturas obligatorias ha sido que las editoriales han dejado de organizar giras a sus autores porque no les sale a cuenta. Por lo tanto: lo que se vende como valor añadido es un servicio por el cual se cobra. (Nueva inexactitud: las escuelas NO pagan a las editoriales por los encuentros literarios? Pues es así. Las editoriales lo ofrecen como regalo a los centros. Sí, para convecerlos. Pero las escuelas no pagan. Paga la editorial. Y también paga la Institució de les Lletres Catalanes, que cree que el contacto con el autor es bueno y recomendable... y hasta se ensucia las manos y paga. http://bit.ly/12rHpiJ ) Es lícito pero poco heroico contado de esta manera. Si estas acciones se llevan a cabo gratuitamente –también ocurre- debemos inscribirlas en la estrategia de marketing de autores y editores: que una escuela le permita a una empresa el contacto directo con su público –un público de corta edad y muy influenciable- es un lujo al alcance de muy pocos. ¿Alguien se imagina qué ocurriría si Coca-Cola consiguiera hacer lo mismo? (Ah, vale, ahora somos como la Coca-cola. Ya veo en qué consideración nos tienes. Es bueno saberlo. Somos igual de perniciosos que esa bebida de fórmula misteriosa. A lo mejor somos tan malos que podemos enredarlos para que lean. Nefasta influencia. Gracias. Viva la consideración por la cultura. Viva. Viva. Viva. ¿O no somos agentes culturales? A lo mejor en mi escuela me liaron y ando despistada.).
El alumnado catalán ha aprendido que los libros tienen un valor real y simbólico y que son sus amigos, sus compañeros de viaje, el refugio de los sueños. Y entre todos hemos contribuido a crear un país más culto, más próspero y más europea con unos índices de lectura y consumo de libros propio de los niveles franceses y alemanes.
Me gustaría ver las encuestas en las que basan su primera afirmación. (Los índices de lectura han mejorado si los comparamos con los años 70. La escuela tiene un gran papel en ello. Al César lo que es del César). Más importante todavía: si de veras es cierto que hemos alcanzado los niveles de lectura y de compra de libros de franceses y alemanes (sic) no comprendo que en el mismo documento se afirme lo siguiente:
Y, pese a todo, la realidad actual es que la mayoría de las familias NO COMPRA LIBROS a sus hijos.
Obviamente tampoco citan ningún estudio que sustente tan atrevida afirmación. Podrían haber dicho que las familias catalanas y por extensión las españolas compran menos libros en comparación con otros países –algo que sí se sustenta en base a los estudios y estadísticas de consumo cultural- pero eso les hubiera estropeado el melodrama. (Bueno. Con la socialización del libro de lectura las familias no compran libros de lectura escolar a sus hijos. Es que no sé como comentar una afirmación cierta. Los buenistas de turno nos dicen que el niño al que le gusta el libro se lo compra. ¿Entonces porqué un libro que se vende casi únicamente para la escuela, de repente baja en picado su índice de ventas? No es una afirmación simpática al estilo Torre Bruno, pero es cierta. Y ahora que citas a Oliver Twist, te recuerdo que Dickens pasó olímpicamente de caer simpático a la hora de reivindicar su justa compensación económica en forma de derechos de autor y como lector-conferenciante. Dios lo tenga en su gloria e impida su reencarnación porqué al hombre le daría un soponcio leer que se le pone en la misma cesta que la coca-cola.). Uno empieza a pensar que los niños catalanes son pálidas sombras de Oliver Twist al leer cosas como esta:
Pero lo peor de todo es que con esta iniciativa se desvaloriza el libro a ojos de nuestros niños, vaciándose de libros los hogares catalanes. La “tarea educativa” que se pretendía (quizás cargada de buenas intenciones) está consiguiendo modificar negativamente la motivación lectora, los hábitos lectores, la relación lector-libro y muchos otros aspectos que serán irreversibles cuando nuestros niños y niñas sean adultos.
Traducción: si en vez de comprar los libros cada año los aprovecháis y los dais a leer a vuestros retoños durante unos cuantos cursos, les estaréis causando un daño irreparable y crecerán torcidos. Vaya… ¡veo miles de tiernas áreas de Broca y Wernicke devastadas por la lectura de libros usados! Si algo me subleva especialmente es el chantaje emocional con niños de por medio. Viniendo de gente que se supone que ejercita la mollera, este sólo párrafo ya cuestiona su credibilidad. (Ah, claro, la mollera que equipara autores literarios con coca-cola merece un Nobel. No es un chantaje emocional. Al niño se le indica que el libro es algo que no merece ser pagado porque desde la escuela, su guía cultural, se le dice que se le regala, se le presta, se le intercambia... pero JAMÁS se compra. El niño, que es listo, sabe que lo bueno, como los juegos de la Play, valen un pastón. Puro márketing amigo mío, que la gente de Nintendo domina a la perfección.) ¿Pueden indicarme qué estudios demuestran que se está modificando negativamente la motivación lectora y el resto de aspectos aludidos? ¿Pueden citar casos de otros países en los que la socialización haya tenido efectos tan perniciosos? Obviamente no pueden. Lo del vaciado de libros de los hogares catalanes me retrotrae al Hombre del Saco, versión bibliófila. (¿Y tú? ¿Puedes mostrar estudios que afirmen lo contrario? Tampoco puedes. No se hacen. La plataforma nace de la experiencia directa de 118 autores que recorren el territorio en contacto directo con las aulas. Puedes no creernos, claro. Es tu elección. Pero se ha constatado un hecho alarmante -aviso, es antipático a matar- la consideración al autor cuando el libro está socializado es mucho menor que cuando el libro no lo está. He avisado, no era un plato de gusto.)
¿Qué fines persigue “la reutilización”? ¿Fomentar la lectura o ahorrar el coste de un libro única y exclusivamente? En el caso de familias necesitadas entendemos que es imprescindible proporcionar bolsas de libros, pero en el 90% de los hogares catalanes la compra de un libro de lectura de ocho euros es un gasto asumible y pequeño comparado con otros gastos educativos que las familias asumen naturalmente [...].
La reutilización persigue el ahorro de dinero. Aquí no hay conspiraciones ni mala fe, lo que hay es poco dinero, tanto en el erario público como en el bolsillo de muchas familias. Reutilizar los libros no atenta contra el fomento de la lectura, de ser así las bibliotecas públicas serían una muy mala idea. Tampoco es de recibo decirles a las familias lo que deben hacer con su dinero desde una pretendida superioridad moral o intelectual. No se puede afirmar que para el 90% sea un gasto asumible, cuando el Instituto Nacional de Estadística afirma que el 21,9% de la población catalana está bajo el umbral de la pobreza y el paro ronda el 24,53%. ¿Tienen estos autores algún estudio, alguna estadística, que refrende sus afirmaciones? No lo creo. (Ah, claro. Otro nuevo pecado. Decirles que necesitan una carpeta y una calculadora es lícito. Decirles que necesitan un libro es anatema. Explica mucho sobre la situación del país cuando un blog cultural nos acusa de ser tan malos por querer que los niños lean y tengan su biblioteca personal. Y hablando de chantaje emocional, este que nos acabas de servir es excelente. Además que obvia que el manifiesto pide la creación de un fondo de libros y de dinero para aquellas familias que lo necesiten. Hay un detalle importante. La socialización aumenta la brecha económica y social. Las familias con dinero y lectoras tienen libros en casa con socialización o no. Las no lectoras y afectadas económicamente, ni el libro de lectura escolar tiene ya. Pero claro, decir en voz alta y clara que un libro es algo recomendable es espantoso. )
¿Si ya hay un libro de lectura asignado cómo se implica el profesorado en la búsqueda de novedades y prescripciones? ¿Qué estímulo tiene el profesorado para recomendar lecturas y estar al día de las nuevas publicaciones, revistas prescriptoras y asociaciones pedagógicas de fomento de la lectura si ya tiene un libro asignado que no puede cambiar?
Los maestros no son protozoos que sólo respondan a estímulos externos. Teniendo en cuenta el vapuleo doctrinario, presupuestario y legislativo que siempre han sufrido, lo que no les falta es implicación ni motivación. Como en cualquier trabajo, los hay apáticos pero también los hay muy activos. Los primeros trabajarán con los libros asignados y punto. Los segundos ya se sabrán buscar la vida –en un mundo en el que todo está a un gugleo de distancia- para enriquecer sus clases y recomendar otras lecturas a los niños que, estas sí, puedan comprar sus padres. (Vale, pero en las muchísimas horas compartidas en clase la lectura que leerán es la que les ha tocado en la rifa de la socialización. Sí o sí. Y si no les gusta pues se aguantan. ). No hay que devanarse mucho los sesos con la peor psicosociología de salón. (El error de base de tus tres artículos es este: las escuelas utilizan nuestros libros. Lo repito por si no queda claro. Los utilizan. Quiero decir, no han encontrado nuestros libros horribles y espantosos. Incluso, y ahora puede que te de un pasmo, no han encontrado el formato anticuado por muy de papel que sean. Les gustan tanto que se los han quedado hasta para diez años seguidos. La lectura forma parte de su currículo y cuando un profesor llega a una aula debe enseñar a multiplicar y se encuentra con que tiene que hacer leer un libro que decidió un compañero suyo hace tiempo y que puede que le repatee. No puede buscar otra lectura. Se la tiene que comer con patatas. En el mundo de los coach motivacionales a eso lo llamarían de todo, pero motivación, pues no. Por eso los autores, cuando entramos en un aula con el libro socializado, al momento nos damos cuenta de si ese maestro ha elegido la lectura o se la ha encontrado como herencia envenenada. ¿Has hablado con maestros en esa situación? Nosotros constantemente. De aquí la creación de la plataforma. )
La colección de perlas del manifiesto no termina aquí. El collar se completa bajo un amenazante título que añade suspense a la cosa: Quizás el alumnado SE PREGUNTA. O quizás no, vaya usted a saber. (Ay, madre, que horror, los autores amenazan con hacer pensar a los alumnos. Eso es mucho, pero que mucho peor que amenazarlos con animarles a leer. ) No han hecho ningún estudio de campo (¿Como lo sabes? ¿Has tenido el detalle de preguntar? Nadie de la plataforma ha recibido un mail, llamada o tam-tam por tu parte. Nuestra experiencia durante años es un trabajo de campo impecable) , ninguna encuesta, ningún meta-análisis que refrende lo que dicen. Para no alargarnos más, de su simple especulación (Si especular es patearse escuelas, pues vale.) se desprenden párrafos como este:
¿Qué valor tiene el trabajo de un autor o autora? ¿Nos hemos preguntado alguna vez de dónde sacan el dinero para seguir adelante y escribir las historias que leemos? Un carpintero, un albañil o un médico cobran por el trabajo que hacen. Nos fabrican un mueble, echan abajo un muro o nos operan y nosotros pagamos un dinero por su trabajo. ¿Pensamos que los creadores no deben cobrar por el trabajo que hacen? ¿Si la cultura no se paga (piratería) quien defenderá la cultura?
Las dos primeras preguntas se merecen, como consumidor, una cruda respuesta: Ni lo sé, ni me importa. (Ah, pues a eso le llamo yo consumo responsable. Y valorar al autor. De nuevo mil gracias. Yo creía que sí importaba porque el libro que tienes entre manos no ha nacido de una espora de champiñón. Aunque tienes razón, no deberíamos tener que explicarlo, pero tu artículo me demuestra, de nuevo, que tenemos razón en llamar al pan, pan y al vino, vino. ) Para todo aquél que ahora esté escandalizado, vamos a probar con llevarlo al absurdo: ¿Qué valor tiene el trabajo de un fabricante de lavadoras? ¿Nos hemos preguntado alguna vez de dónde sacan el dinero para seguir adelante y fabricar las máquinas con las que lavamos la ropa? (Pues yo me lo pregunto y por eso las pago, porque creo que alguien ha hecho su trabajo. Y no robo en las tiendas y cosas así. Pero a lo mejor soy rara y vivo en el país de los filibusteros). Así de fácil es pasar de lo heroico a lo patético; cada cual tiene derecho a ganarse la vida con lo que hace siempre y cuando alguien decida que tiene valor, que ese valor es convertible en dinero y que además está dispuesto a pagar por ello.
Cuánta razón tienen y cuán equivocados están (Vale, yo a lo mejor seré victimista-irónica, pero esto atufa a paternalismo). La actitud de los autores es humanamente comprensible pero están profundamente equivocados. Los autores han decidido emprender sus acciones bajo diferentes estrategias muy convencionales. En el siguiente capítulo las analizaremos y, en el tercero, propondremos algunas soluciones. (Mama, miedo)

La socialización del libro infantil y juvenil en Catalunya (2): el verdadero problema


¿La socialización de libros sólo es perniciosa si los autores y editores no cobran? ¿Si se les compensa económicamente la socialización dejará de ser mala por arte de magia? (Bueno, aquí tenemos un problema semántico estimado autor del artículo. Si se paga a los autores NO es socialización, es aquello tan romántico de toda la vida. Ay, vaya, ahora voy a ser acusada de vintage por querer que las librerías tengan clientes. Y que los lectores tengan libros que releer. Y puedan dejarle el libro a su vecino. Y que se lo firme el autor. Y subrayarlo. No sigo que me emociono).
La actitud de los autores es humanamente comprensible pero están profundamente equivocados, especialmente porque todas sus acciones se basan en la creación de un lobby clásico. (Hemos aplicado el método científico y como resultado lo siguiente: tras años de ir cada uno por su lado la situación ha sido nefasta. Vamos a probar a ir juntos.) Su intención es alcanzar masa crítica suficiente para ganar legitimidad y poder de presión para llevar cabo las dos estrategias siguientes (Nuestra intención es dirigirnos a las escuelas y familias tal y como se dice en el manifiesto “Benvolgudes i benvolguts Mestres, AMPES i Institucions Educatives”):
  • Ganar influencia sobre la opinión pública: mediante los medios de comunicación clásicos y, en menor medida, redes sociales.
  • Ejercer presión sobre la administración pública competente: para que implemente medidas tendentes a compensar a los autores mediante soluciones del tipo Public Lending Right. (Eso donde lo dice? Actualmente nadie lo está exigiendo. Cosa que no quiere decir que no lo acabemos pidiendo, pero vaya, como morcilla en el manifiesto actual es fantasiosa.)
Lo equivocado de este planteamiento es que se aplica sobre un problema que, en el fondo, no es nada convencional. Sólo en su superficie la socialización del libro es un simple problema de justa remuneración al autor –y tratarlo así desautoriza todo su Manifiesto, pero de eso ya hablaremos más adelante.
La insoportable levedad del libro en la escuela
Lo que realmente subyace a la socialización es un cambio de percepción del libro como herramienta educativa; es más, si el libro deviene herramienta educativa activa en la escuela, deja de ser un objeto contenedor de conocimiento y deviene un servicio de transmisión de conocimiento, un nodo de una red en la cual el profesor es el facilitador de información y contenidos. Obviamente muy pocas familias –puede que ninguna- lo racionalicen de este modo pero sí perciben que usando un mismo libro durante varios años logran un ahorro considerable. Es de Perogrullo. Paradójicamente eso acerca al libro a la realidad de muchos otros objetos de uso cotidiano, como los muebles domésticos, pero a la vez los aproxima también al concepto de servicio por cuanto se asocia al disfrute diferido de unas prestaciones: la narración contenida en el libro. Esa dualidad objeto/servicio -¿es el libro de papel, especialmente el escolar, un servicio encerrado en un objeto?- es lo que creo que confunde a muchos autores y a no pocos editores. Ellos perciben la venta de objetos mediante los cuales se realizará la experiencia de una lectura única o bien se realizarán múltiples lecturas por una persona, mientras sus clientes, los usuarios de los libros, perciben el libro como un objeto mediante el que disfrutar de un servicio: que muchos niños lean durante unos cuantos años mediante el mismo ejemplar. Uno de los párrafos del Manifiesto dice lo siguiente:
Ahora, en 2013, en muchas escuelas de Catalunya se considera que los libros son un gasto prescindible para las familias y es necesario que sean reciclados y pasen de mano en mano sin pertenecer a nadie. La “reutilización” a menudo no distingue entre libro de texto y libro literario.
Y yo me atrevo a añadir: ni distingue, ni tiene por qué hacerlo. El libro, en la escuela, es un objeto accidental, una contingencia. Todo libro, en la escuela, es un libro de estudio, sea cual sea la intención inicial del escritor; nada hay más aburrido que una lectura obligatoria, por muy bueno que sea el libro. (Eso lo dirás tu, que por exigir números y estadísticas te quedas muy corto a la hora de ilustrar tus afirmaciones con datos. Nadie discute que se obligue a multiplicar y a emocionar a los niños con la magia de las matemáticas. Pero leer por obligación dice el tópico que es horrible. Pues no es así. O no tiene que ser así. Yo no tuve esa experiencia. O sí. Tuve maestros que me obligaron a leer a Michael Ende y a Sebastià Sorribas y cuando me acuerdo vuelvo a enviarles mi agradecimiento. Y otros que lograron que aborreciese al autor propuesto. Niegas al maestro su oficio: el de contagiar su entusiasmo. Tu condenas. Lectura obligatoria: asco. Entonces ¿los cientos de niños que he visto entusiasmados con los libros que han leído por obligación que debían haber tomado? Ya lo sé: coca-cola. ) Su valor de manifestación creativa unitaria se diluye y se subordina a los objetivos educativos que se quieren alcanzar mediante su uso. Su materialidad es un espejismo, un artificio hasta hoy imprescindible para transmitir conocimiento.
Lobbys y conservadurismo
De las diversas formas con las que cuenta un colectivo para defender sus intereses, los escritores e ilustradores han elegido el menos adecuado, el del clásico lobby de presión. Según la definición de Wikipedia:
Un lobby […] es un colectivo con intereses comunes que realiza acciones dirigidas a influir ante la Administración Pública para promover decisiones favorables a los intereses de ese sector concreto de la sociedad.
Yo añadiría que también se crea para influir en la opinión pública mediante la opinión publicada cuando el comportamiento del consumidor es de vital importancia. Autors en Perill d’Extinció es un lobby, al menos a tenor de sus primeras acciones y reivindicaciones. Es conservador, inmovilista y dependiente. Es conservador porque lo que desean es volver a la situación anterior, sin proponer un marco nuevo que beneficie a todos. Es inmovilista porque no parecen dispuestos a emprender acción proactiva alguna ni se percibe un ápice de autocrítica. (Mmmm, esto, repito lo dicho ¿Te has puesto en contacto con nosotros? Llevamos ya más de diez reuniones y cuando llevemos veinticinco te aviso, que llegaremos. Las tenemos planificadas. Y no solo con la administración. Pero a lo mejor reunirse, hablar, y tratar de encontrar puntos de encuentro no es proactivo. ¿O sí?). Es dependiente porque exigen que sus pérdidas sean compensadas con dinero público mediante la modificación del marco normativo. (¿Eeeeeh? No se pide nada de eso. Se pide que se reflexione y que las familias vuelvan a pagar los libros. Y que el que no llegue que sea ayudado. Anda, dime dónde lo pedimos, subráyame el texto porque a lo mejor firme algo que no era. Puedo estar floja en comprensión lectora, no te digo yo que no... )
Cuando una industria deviene oligopolio –como es el caso del petróleo, el gas y la electricidad- la creación de un fuerte lobby de presión es una medida lógica, aunque a muchos pueda parecernos odiosa y poco democrática. Cuando se percibe al usuario como un cliente cautivo, un lobby es muy eficaz pues la opinión del usuario final, o bien no importa, o es soslayable.
El libro infantil y juvenil es muy diferente. Aunque durante años se ha tratado a los alumnos y a sus familias como un público (casi) cautivo, (Como te gusta la palabra cautivo. ¿Te recuerdo algo muy feo? La enseñanza es obligatoria (ay pobres niños cautivos) y eso es hasta recomendado por la ONU) dicho trato partía de unas características de distribución muy particulares, no del hecho de disponer de un recurso limitado y realmente oligopolizable. Por muy valiosa que nos parezca la narrativa infantil y juvenil, no es un recurso limitado, no puede permanecer en manos de unos cuantos –sus medios de producción tampoco- y, una vez rota la dinámica convencional de la distribución, no se puede seguir tratando a sus usuarios como invitados de piedra. (Esos “unos cuantos” son autores y editoriales que libremente han sido elegidos por la escuela. Y muy pero que muy importante, SIGUEN SIÉNDOLO, pero la escuela se queda sus libros diez años seguidos. O sea, que nadie nos pide que nos convirtamos en escritores que bailan claqué, quieren que escribamos. Aunque no están de acuerdo con pagarnos).
La opinión publicada (ya) no equivale a la opinión pública
Lo primero que han conseguido los autores con su Manifiesto ha sido ganarse el aplauso de la opinión publicada (unos cuantos ejemplos en la prensa local: Diari Ara, (Ay, madre, ahora resulta que soy periodista cultural, no, que soy periodista. Pues no. Me limito a escribir una columna de opinión y no en la sección de cultura. Un poco más de rigurosidad, por favor). Diari de Girona, Diari de Tarragona, El Punt Avui, Catalunya Ràdio, 8TV). Esta aparente victoria es peligrosa; salvo honrosas excepciones, el periodismo cultural de nuestro país es una claque que comparte caja mental, prejuicios, copas y saraos con su objeto de trabajo y cualquier destello de objetividad es pura coincidencia; hay honrosas excepciones, insisto. (O sea, ¿TODO lo que publiquen es horrible? ¿Todo? Muy riguroso de nuevo, por cierto).
Contar con la aquiescencia del periodismo cultural es cada vez más peligroso, pues puede convertir la autoconfianza en auténtica hibris. Hace un año los responsables de la librería Robafaves se llevaron un buen chasco cuando, contando con (casi) todas las complicidades mediáticas locales y autonómicas, recibieron una sonora pitada popular a su petición –una forma amable de describir sus exigencias- de recibir del vulgo 250.000 € para reflotar su negocio. No lo consiguieron, y eso que apelaron a su supuesto papel estratégico en el panorama cultural local y a sus grandes y denodados servicios culturales a la patria. (Vale, y como se equivocaron una vez, a partir de ahora nunca jamás vamos a darles crédito. Genial.)
La presión sobre la administración pública les quitará la razón
En cuanto a las administraciones públicas, y en concreto la Consejería de Educación de la Generalitat de Catalunya, los autores conseguirán lo mismo que la mencionada librería: silencio y telarañas. Por un lado la Generalitat no dispone de los recursos necesarios para resarcir a autores y editores mediante algo parecido al Public Lending Right. Si precisamente las escuelas públicas están empezando a socializar los libros es porque la penuria presupuestaria es total. No tendría ningún sentido volver a gastarse el mismo dinero público pero por otro lado.
Tampoco tengo muy claro que la misma Consejería de Educación pueda obligar a las escuelas a volver a comprar los libros cada año, y eso por dos motivos: dudo que el marco legislativo sirva para obligar a nadie a comprar algo que no quiere comprar y para lo que no dispone de presupuesto –aunque en este país pasan cosas más raras- y estoy seguro que es imposible obligar a las AMPA, que son asociaciones privadas, a comprar nada a nadie, por muchas subvenciones que reciban –que de hecho son más bien pocas. (Las AMPA no cooooompran, o no todas. Y nadie ha dicho naaaaaada de Public Lending Right. Esto empieza a ser pesado de tan inexacto. Es más, no tienes puñetera idea de lo que pedimos a la administración más allá de lo que pone el manifiesto porque no has preguntaaaaado. Me aburro.)
Por si la realidad no fuera suficientemente elocuente, los Autores en Peligro de Extinción corren el peligro de dispararse en el pie proponiendo fórmulas compensatorias como la Public Lending Right (Insisto, me aburrooooo. Bueno, voy a ser proactiva, si encuentras en el manifiesto las palabras Public Lending Right te pago una coca-cola) : el Manifiesto augura todo tipo de males a aquellos niños cuyas escuelas y familias caigan en el error (sic) de socializar los libros (Sí. Socializar es un error. Aún no he visto en tus tres artículos ningún argumento a favor. Más allá de lo económico. Y sinceramente, antes debería socializarse el pan, y los hornos están llenos de gente pagando). Lo que no sé es como se puede sostener este argumento y, a la vez, pretender disfrutar de una compensación que no consiste en volver a comprar los libros cada año, sino en percibir un canon por el uso reiterado de los mismos títulos. (Dos coca-colas) Recuperemos las dos preguntas con las que iniciamos este artículo: ¿la socialización de libros sólo es perniciosa si los autores y editores no cobran? ¿Si se les compensa económicamente la socialización dejará de ser mala por arte de magia? (Vuelvo a insistir. Soy paciente. Mis hijos creen lo contrario pero este artículo muestra que sí, lo soy. Dice la RAE y gente similar que si algo es comprada ya no puede catalogarse como socialización. Lo siento, no es culpa mía. Yo no me encargo de las definiciones, pero tampoco te voy a engañar ocultándolo.)
Los autores y editores tienen un doble problema: sufren un perjuicio económico considerable a causa del cambio de comportamiento de sus clientes y, a la vez, se equivocan en el enfoque y la búsqueda de soluciones. Tener razón y acertar el diagnóstico no basta, además hay que acertar en el tratamiento del problema. Tras analizar el problema y argumentar por qué los autores se equivocan, en el próximo artículo propondré soluciones no agresivas para superar este reto. (Lo proactivo es documentarse, preguntar, investigar, saber de lo que se habla. Plantearse que, quizás, haya prácticas equivocadas que deben cambiarse. Lo que cobramos los autores es algo pequeño. ¿Que hay más agresivo que empequeñecer lo pequeño? Bueno, al FMI y al Banco Mundial le chiflan dichas soluciones).

La socialización del libro infantil y juvenil en Catalunya (3): una respuesta proactiva



Los escritores e ilustradores de literatura infantil y juvenil agrupados en la plataforma Autors en Perill d’Extinció tienen un grave problema y, al menos de momento, han equivocado la solución. Sería muy fácil por mi parte ponerlos a bajar de un burro y callarme, pero también sería deshonesto. No pretendo sentar cátedra y no quiero solucionarle la vida a nadie –suficiente tengo con la mía y no estoy seguro de salir airoso-, en este artículo propongo una estrategia proactiva basada en acciones muy distintas a las emprendidas por los autores mencionados.
Los autores y editores parten de un punto de partida complicado. Empecemos haciendo un DAFO muy resumido:
Debilidades: están muy fragmentados y muy poco organizados. Excepto los grandes grupos, las editoriales del sector son medianas pero sobre todo pequeñas. Son dependientes de un sistema de distribución que no controlan y que, de hecho, nunca han hecho nada por controlar, porque circunstancialmente ya les era provechoso. También han sido históricamente dependientes de los clientes institucionales, hasta el punto que un porcentaje muy grande de su cuenta de resultados está dominado por ellos. Sus principales clientes institucionales han pasado a comprar la mitad, un tercio o incluso una cuarta parte de lo que compraban hasta hace poco.
Amenazas: su especialización puede dejar fuera a las más pequeñas porque carecen de la masa crítica suficiente para resistir periodos prolongados de bajos ingresos. La digitalización pone en cuestión su papel, pues cada vez más fabricantes de software invierten en productos infantiles educativos, muchas veces muy similares a un libro de literatura infantil convencional, mientras que los grandes grupos empiezan a ofrecer paquetes digitales cerrados, cuando no entornos educativos enteros. Las escuelas y AMPA disponen de herramientas como Bookint, una red social especializada en el intercambio de libros escolares –de texto, de lectura obligatoria y de lo que cada escuela y AMPA decida- de coste muy bajo y de alta rentabilidad que facilita todavía más la socialización.
Fortalezas: Su especialización es, a la vez, amenaza y fortaleza. Aunque la literatura infantil y juvenil no parece tener muchas barreras de entrada, el peculiar modo de distribución a las escuelas puede disuadir a nuevos actores –aunque eso dejará de ser así ahora que el modelo de distribución entra en crisis. Poseen, tanto autores como editores, un conocimiento profundo y extenso de su público. Como ha demostrado la creación de APE, pese a estar inicialmente muy fragmentados su capacidad de reunirse para responder a una amenaza común es muy grande. Un espacio comunicativamente pequeño como es el catalán limita mucho el negocio, pero presenta una barrera de entrada natural para todo aquel que inicialmente no trabaje en ese idioma. Ser pocos en términos absolutos puede ser una fortaleza.
Oportunidades: Cuentan con una ventana de oportunidad que suele darse en contadas ocasiones y es el espacio que queda entre lo viejo que no acaba de morir y lo nuevo que no acaba de nacer. Este espacio todavía no ha sido cubierto del todo por los grandes grupos y puede que consigan mantener una cuota importante o incluso encontrar la manera de convivir con ellos y seguir formando parte de las soluciones que tanto las escuelas como las familias necesitan.
¿Qué haría yo?
En la relación con un cliente toda empresa debe procurar formar parte de las soluciones, no de los problemas, y mucho menos mostrarse altiva, antipática y suficiente, (Oh, perdón, juro que jamás volveré a pedir cobrar por mi trabajo... ¿Tu tampoco, verdad? ¿O no te molesta ser tildado de suficiente cuando alguien insinúa que no va a pagarte por algo que has realizado?) combinación que lleva a perder clientes de manera irreversible. Un cliente puede volver si se le convence que el puntual mal servicio que motivó su marcha ha quedado atrás, pero nunca volverá si su marcha fue motivada por el desprecio. (COOOOOOOÑ... perdón. Se me ha escapado. Ahora resulta que escribir, procurar que lo que escribes esté bien, e ir a los colegios a explicar tu trabajo, realizar animaciones lectoras, cuando se te pide es.... !!!!actuar con desprecio!!!!! ¿O quizás te refieres a algunos editores? Si es así no es que hayas sido inexacto, has sido algo peor. Llevas muchas líneas hablando de un solo nombre propio “APE” y ahora, cuando toca repartir leches, te equivocas de destinatario. Porque el mal servicio no es tal. A nosotros solo se nos pide un cambio, que nos olvidemos del dinero. Es el único mensaje que nos lanza la socialización. Porque nuestros libros se siguen usando de la misma forma. Bueno, no. Los lectores no pueden quedárselos.) Si esto se cumple con una sola empresa, todavía es más cierto cuando hablamos de un colectivo, tan fácil de estigmatizar con cualquier excusa.
Autores y editores corren el riesgo de perder el capital social ganado hasta el día de hoy; enarbolar los servicios prestados no lo va a impedir, porque convierte una relación con valor añadido cívico y cultural en una simple transacción comercial. Creo que no es eso lo que buscan. (¿Bueno, a quién te diriges? La plataforma APE está formada solo por autores. Los editores no forman parte de ella. ¿Y luego dices que no nos pones en un mismo plano?)
Hasta ahora he estado criticando desde la barrera, una posición cómoda y un poco desleal. Aquí voy a proponer una forma alternativa de afrontar los problemas de autores y editores bajo un enfoque comercial y de mejora de la eficiencia, que es el que considero correcto y que se basa en el concepto de coopetición: cooperación+competición (o concurrencia), cooperando en aquello que mejore la eficiencia del sector y compitiendo en aquellos nichos coincidentes, bajo una nueva forma de pensar:
Proactividad: autores y editores deben pasar de una mentalidad pasiva, acostumbrada a trabajar con unas condiciones impuestas que llegan a su fin, a crear unas nuevas condiciones que les beneficien. Como comentaba anteriormente, hay que formar parte de las soluciones adaptándose a las necesidades de alumnos, familias, escuelas e instituciones, no al revés. Sin este cambio de mentalidad el resto no tiene ningún sentido y no hay cambio de mentalidad posible sin renunciar al lobby clásico, al pataleo y al consabido qué hay de lo mío, con el que han empezado a afrontar la situación. El cambio de mentalidad también pasa por dejar de pensar como escribientes y fabricantes de libros y pasar a considerarse prestadores de servicios culturales y educativos, porque es lo que están haciendo los grandes grupos.
Cooperación: la reacción de la plataforma APE demuestra que, llegado el caso, son capaces de ponerse de acuerdo con relativa facilidad. Como ya he dicho en otros artículos, al libro de papel le queda todavía un gran potencial de eficiencia. La única forma de ganar mayor eficiencia pasa por acuerdos entre las diversas editoriales especializadas que les permitan ganar escala y poder de negociación con proveedores mientras, en la vertiente comercial, editoriales con catálogos complementarios realizan campañas conjuntas. El objetivo final es mejorar el margen operativo y aumentar la facturación, de forma que mejore la rentabilidad, se ofrezca el mismo producto a un precio más bajo, o una combinación de ambas. El beneficio para los autores sería indirecto y vendría por el aumento en las ventas. No se trata de un proceso fácil, pero la alternativa es sombría.
Digitalización: la escuela es uno de los entornos en los que actualmente más se impulsa la digitalización. Iniciativas como Aula Planetacon el ejemplo que Manuel Gil mencionaba en su blog- dejan muy claro que el objetivo de los grandes grupos es copar completamente este sector. El verdadero problema para los autores y editores del libro infantil y juvenil es ese, no la socialización. Si no reaccionan con prontitud, innovación y flexibilidad a este intento de convertir las escuelas en jardines vallados, su lamento no vendrá por el descenso de ventas, sino por su completa desaparición. (Eeeeh, bueno. Muy bonito. Muy bonito. Lástima que tantos colegios se hayan descolgado de la digitalización porque las wifi no dan. También oorqué las instituciones educativas hacen algo llamado recortes. Y porque a los maestros no les ha convencido el extinto programa 1x1. Ah, y porque realmente el sistema actual les va de narices. Tiene libros en papel.)
Marketing: por incómodo que resulte, el libro es un producto y el problema de autores y editores es también un problema de disminución de ventas y facturación. (Bueno, de un uso incorrecto) Una de las respuestas debe provenir del marketing. Es absurdo que los editores paguen a sus autores –muchos los hacen- para ir a dar charlas a las escuelas; las giras por las escuelas deberían estar incluidas en las labores de promoción de sus libros. (Ah, claro. Porque ahora voy a ser una excepción MUNDIAL, los editores me van a subir el tanto por ciento y me darán el 25% o más y así me compensará el tener que ir a tantos colegios gratis Como ucronia es bonita, pero un tanto psicotrópica ¿O propones que cobre menos por hora que el señor que arregla lavadoras? ). Tener un acceso tan fácil a prescriptores –maestros- y a usuarios –alumnos- debe ser más valorado y mucho mejor aprovechado. Los eventos deberían incluir también a las familias, que son las compradoras. (Vale, y les limpio los cristales de casa).
Gama: una solución comercial es también una solución de desarrollo de producto. Sería recomendable que autores y editores concibieran sus libros como parte de una gama de productos alrededor de los cuales ofrecer un servicio y, a la vez, diversificar las ventas. Eso no es nada nuevo y lleva lustros inventado, pero aplicado a los libros socializados implicaría el desarrollo de distintos productos alrededor de ellos. De este modo se ofrecería a las familias la posibilidad de reforzar la experiencia educativa con material complementario que, en cualquier caso, sería de libre adquisición, aunque nadie quita a las AMPA la opción de adquirir dicho material para la escuela. Los productos a desarrollar pueden ser diversos: desde otros títulos, a software y juguetes educativos basados en el mismo concepto que el libro original, por no hablar del impulso del fanfictionentre los escolares, etc. (Ay, madre, las familias que ahora no compran libros, de repente, cuando se les diga que con el libro va un juego, van a saltar de emoción y van a arrasar con las existencias. Pero entonces... ¿Por qué las escuelas que socializan no compran los libros que ya se ofrecen con actividades online? No sé, algo no me cuadra. )
La respuesta debe ser comercial, no institucional
En cualquier caso la respuesta al problema de autores y editores debe ser comercial, intentando que aquello que las escuelas no compren puedan comprarlo las familias. (Vale, justo lo que pedimos. ¿Para esto todas esta parrafada? ¡Bernat, publica un libro de literatura infantil y juvenil y hazte de la plataforma! ) Como ya se dijo en el anterior capítulo, muchas de ellas tampoco pasan por un buen momento, pero puestas a adquirir un número limitado de material educativo de refuerzo, pueden ser más sensibles a lo que ya conocen en la escuela –sea lo que sea- que a algo que no conocen. Y en ese aspecto orientar la oferta editorial como un servicio y ampliar la gama de producto parece una buena alternativa. Por otro lado y aunque ahora no nos lo parezca, la crisis llegará tarde o temprano a su fin –sea el que sea- y debemos suponer que el consumo mejorará. Eso debería pillar a los autores y editores de libros infantiles y juveniles con la reconversión hecha.
Por doloroso que resulte, el mercado del libro infantil y juvenil ha encogido. (Y un rábano. ¿Cómo puede encoger algo que sigue igual? No hay NI UNA escuela que haya dejado de usar libros y de la misma forma. A eso le llamo yo mantenerse. No hay nada más conservador que la socialización, porque inmoviliza determinadas lecturas y usos. Las congela. Las secuestra. Nunca las encoge. ) Eso significa que no van a sobrevivir –comercialmente hablando- ni todos los autores ni todas las editoriales. Algunos se quedarán por el camino, pero aquellos que apuesten por luchar deben hacerlo bajo un nuevo espíritu de coopetición: cooperando en aquello que sea bueno para mejorar la eficiencia del sector, compitiendo en aquellos nichos en los que las respectivas ofertas sean coincidentes. Se juegan su existencia: los grandes grupos no van a detenerse y las administraciones públicas no pueden ayudarles.

(Sinceramente, esperaba algo más de tí. Podrías haber consultado antes a gente como Andreu Martín o Gemma Lienas que han probado fórmulas para comercializar sus libros de forma alternativa y digital... y no han funcionado. O a lo mejor podrías haber pisado un cole y preguntar a los maestros qué piensan. ¿siguen considerando que los libros son necesarios? Nosotros sabemos que sí. A ver, ¿si no los necesitasen, por qué iban a socializarlos?También deberías saber como está el mercado digital en relación con el público infantil-juvenil. Los editores te cuentan por lo bajini que es un desastre porque los padres pasan de comprar un ereader a cada hijo, para que se lo cargue en un santiamén... Creo, como tu, que el papel y el digital convivirán. No estoy ciega. Pero el manifiesto no habla de la situación general de los libros. Habla de los libros de lectura obligatoria en el aula, y de como a los niños en el los centros escolares, se les ofrece mil opciones menos la de comprar un libro. O sea, que se les oculta un pequeño dato. Además, y como consecuencia, el valor del libro baja. A lo mejor en el mundo ideal de las utopias ideales no debería ser así. Pero la realidad es tozuda. Lo que empujó a crear la plataforma es la preocupación. El puntal de la cultura en Catalunya, la escuela, de repente ha generalizado una práctica que deja a los autores de aquí en mantillas. Ahora ya sabemos que tienen claca: los blogueros culturales. Bueno, espero que no. Espero que todo sea fruto del clima. En Barcelona hemos pasado de los 18 grados a los 26 en poco tiempo y eso puede nublar hasta a la mente más lúcida. Lo espero. Lo deseo. Necesitamos a gente como tú. Con cariño, Anna.)

3 comentaris:

Anna Manso ha dit...

Oh, no sé que ha passat. He rebut per mail un comentari i ara no hi és. El signa Tono i l'enganxo aquí:

Sólo un detalle, que es secundario pero me parece importante.
Los clientes SI son cautivos. Metemos a los niños con tres años en el colegio, y no los vas a cambiar porque no te guste la selección de lectura obligatoria del profe de 5º.
Tal y como lo veo, el cliente está cautivo, atado y amordazado ¿cuántos profesores aceptan discutir con los padres sus criterios de selección de las lecturas?


Tono, disenteixo. El client no són els nens, el client és el binomi escola-família en el cas dels llibres literaris que tria el mestre per treballar. O són cautius per aprendre les taules? El que sí és cautiu és el metre que es troba un llibre socialitzat i l'ha de treballar encara que no li agradi per amortitzar la socialització. Gràcies per deixar el comentari. Anna

Anònim ha dit...

Hola anna, arribo a aquest article un any i mig després que l'escriguis. Només volia dir-te que el rigor i la parcialitat que tracta en Bernat el vostre manifest es exactament la que fa servir per a toto el sector editorial. Amb el que vull dir que tant poc afortunada és la seva sèrie d'articles sobre l'APE com tota la resta (del seu blog i els mitjans que li publiquen les seves paraules). Ho dic per que parles del seu blog com a recomenat. Doncs bé, pensa que el mateix que fa amb l'APE ho fa amb tot el sector, sencer, parcialitat, poc rigor, posar paraules en boca dels altres que mai han dit, interpretar sempre escombrant cap a casa, etc. Per altra banda és normal d'algú que no ha treballat mai en el sector editorial, malgrat ell ho intenti fer veure.

Anna Manso ha dit...

Hola,

llegeixo el teu comentari i em serveix per revisar l'article que vaig escriure. M'he tornat a entristir. De l'actitud del Bernat Ruiz el que més em va sobtar és la total falta de connexió i empatia, a banda de la desinformació flagrant d'algú que presumeix d'informat. Però el que em va deixar encara més clar el retrat de la seva actitud professional és la nul·la autocrítica de CAP dels punts que li vaig comentar. Ell l'encerta 100% i la resta la caga al 100%. Ara ja fa un any i mig, i tristament he de dir que la seva actitud ha estat molt comuna entre gent del sector, aquells qui més ens havien de donar suport. L'enveja, el menyspreu per qualsevol obra escrita en català i la por a deixar de ser el centre de les reivindicacions han estat els motius d'aquestes actituds que, digueu-me ingènua, m'han deixat astorada. El sistema cultural català té un problema: l'autoodi, i així ens va. L'APE segueix i també compta amb complicitats dignes d'esment, com les de la ILC amb la Laura Borràs al capdavant. Sort en tenim. Gràcies per llegir-te l'article i per deixar el teu comentari. Bon Nadal!