Normalmente
escribo en mi blog en catalán, pero esta no es una entrada al uso.
Esta es la respuesta a los tres artículos publicados por Bernat Ruiz
en su recomendable blog verba
volant, scripta manent en los que analiza el manifiesto de la
plataforma APE de la que formo parte. El enlace que usa Bernat en su
blog para el manifiesto es el de la entrada en mi blog el pasado día
10 de junio. Por eso, cuando me he dado cuenta que lo que estaba
haciendo no tenía cabida como comentario en el Blog de Bernat, ni
tampoco como artículo, he pensado que lo más adecuado era colgarlo
aquí. Lo que he hecho es copiar los tres artículos e ir
comentándolos punto por punto. Lo que yo he escrito está en color verde. Largo y paliza. Aviso. Y si Bernat
Ruiz me pide que lo descuelgue por usar su texto sin su permiso lo
haré. Faltaría más. Ah, y los libros de la foto son míos. Me obligaron a leerlos en el colegio y gracias a ellos ahora escribo.
La
socialización del libro infantil y juvenil en Catalunya (1): una
respuesta errónea a un problema real
La literatura
infantil y juvenil es uno de los parientes más pobres de la
narrativa. Muchos creen que escribir para niños es fácil; al
contrario, es más difícil que hacerlo para adultos por distintos
motivos de edad, lenguaje, contexto y referentes, entre otros. Por
eso sorprende que los autores catalanes de libro infantil y juvenil
sean tan torpes cuando intentan –me temo que sin conseguirlo-
defender su sustento.
Te
has olvidado de algo importante: defendemos también (y a la vez,
porque va ligado aunque sea supuestamente antipático y menos popular
que el “todo gratis”) una buena política de lectura en la
escuela. El manifiesto expone que la socialización tiene dos grandes
perjudicados: a los profesionales y al lector. Sí, ese sujeto menor
de edad del que no es necesario olvidarse.
Un problema muy
serio
Los editores,
escritores e ilustradores catalanes de literatura infantil y juvenil
tienen un problema: cada vez más escuelas deciden socializar la
lectura de los libros de lectura obligatoria. Hasta hoy se renovaban
cada año y quien solía realizar la compra era el AMPA de cada
centro. (Es una afirmación peregrina. Algunas
AMPA lo hacen/hacían. Muchas. Pero muchas no y eran/son las familias
las encargadas de pisar una librería. Algo que ahora suena a anatema
y a lo que invitamos/incitamos a seguir haciendo y a recuperar en
caso de haber olvidado dicha práctica tal y como consta en el
Manifest, en varios apartados: “Cal
que existeixin les llibreries? És
només tasca del professor la recomanació dels llibres de lectura?
Es bo estar al dia les novetats? On, si no a les llibreries tenim el
plaer de triar i remenar llibres nous abans d’escollir la lectura
que ens sedueixi?” y más adelante, cuando se habla de las
consecuencias “Les llibreries
tanquen.
Sobretot les de proximitat, que en bona part depenen de les compres
escolars periòdiques. Molts pobles i ciutats petits veuen
desaparèixer les seves llibreries i llibreters.” “El
reconeixement de la importància de la feina de les persones que fan
possible que existeixin els llibres ( autors, il·lustradors,
editors, llibreters etc.). “ Aunque
a los libreros también les pedimos que entre tanto Geronimo Stilton
se nos haga un puesto, tal y como ocurre con los autores propios en
las librerías de aquellos países que estiman su cultura “La
recomanació a les aules, la presència a les biblioteques i la
visibilitat a les llibreries de llibres d’autors catalans, en
equitat amb els autors estrangers.”).
Pero algo ha cambiado: ahora ya no se renuevan los libros anualmente;
se aprovechan dos, tres o cuatro años seguidos.
Esta medida de
ahorro tiene el efecto no deseado –creo que ni siquiera previsto
por sus impulsores- de perjudicar económicamente a autores y
editores. Si en vez de renovar el libro cada año se aprovecha el
título tres años seguidos, autor y editor se embolsan un tercio de
lo previsto. Pocos escritores o ilustradores pueden vivir
exclusivamente de escribir pero, para aquellos que complementan su
sustento con el porcentaje de ventas, la socialización puede ser un
descalabro considerable. (Este
pequeño detalle es importante para los autores porque cobramos un
pequeño y misérrimo anticipo a cuenta de unos derechos de autor que
nunca va a llegar con la socialización del libro de lectura. No
estamos en igualdad de condiciones con el personal de la editorial o
el maestro que bien o mal cobra un sueldo cada mes. Si el libro, al
que se le ha calculado un costo según las normas establecidas, no
tiene una vida comercial según dichas normas, el autor se queda con
un palmo de narices. Pero lo más grave del asunto es que no se queda
sin nada por hacerlo mal, todo lo contrario. El libro gusta tanto
como para que sea socializado. Bonita paradoja en la que la
excelencia se premia con un cero patatero. ). Algunas
editoriales pueden verse abocadas al cierre.
El problema
es muy serio y debe ser afrontado. Hace ya tres años se creó en
Catalunya la Plataforma
per la No Reutilització del Llibre Literari a les Aules
(Plataforma por la No Reutilización del Libro Literario en las
Aulas) para conseguir que la Consejería
de Educación
de la Generalitat
de Catalunya
rectificara su política de reutilización de libros, inicialmente
pensada para los libros de texto pero que el gobierno autonómico
estaba extendiendo a la narrativa infantil y juvenil. Se consiguió
posponer el problema sin atajarlo, aunque la mencionada plataforma
propuso un modelo de financiación para autores y editores basado en
el Public
Lending Right
(Derecho Público de Préstamo) con interesantes antecedentes en
Reino Unido, Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Alemania,
Austria, Bélgica, Holanda, Canadá, Israel, Australia y Nueva
Zelanda.
Un contexto
bastante complejo
El problema parece
muy sencillo pero tiene un contexto más complejo, del que aquí sólo
mostraremos algunos aspectos relevantes. Para empezar el gran
olvidado es el librero: hace años que muchas escuelas y asociaciones
de madres y padres de alumnos (AMPA) empezaron a comprar todos los
libros directamente a las editoriales, con beneficio para ambas
partes tras el puenteo del 30% de margen de la librería. ¿Alguien
ha oído a autores y editores salir en su defensa? Yo tampoco, y eso
que el lucro cesante para el librero es del 100%. No es que venda
menos, es que no vende en absoluto. (Insisto
en lo dicho anteriormente pero también añado que si hubieras
preguntado -yo colgué el manifiesto en mi blog en el que también
pongo a disposición de quien quiera mi mail- alguien podría haberte
explicado que las personas a las que acudimos en primer lugar fue el
Gremi de Llibreters. Y como muestra de nuestra buena sintonía los
libreros han apoyado el manifiesto. Digo yo que si se hubieran
sentido ninguneado nos habrían mandado a la porra...
http://t.co/fkZiCIt4sJ )
Tampoco hay que
olvidar que muchos autores también son maestros de escuela –pero
no al contrario, no muchos maestros son autores. Eso no significa que
se prescriban a sí mismos –aunque de todo habrá-, pero sí que
bajo el prosaico hoy por ti, mañana por mí, a menudo se
recurre a la prescripción cruzada. No son muchos, no es ilegal,
personalmente ni siquiera me parece ilícito, pero ese detalle no
suele mencionarse. (“Muchos”. ¿Cómo lo
sabes? ¿En qué estudio consta tal afirmación? ¿Estás convencido
que la afirmación que lanzas es cierta? ¿Puedes demostrarlo? No soy
maestra, así que no soy sospechosa de estar implicada en tu
acusación, pero mi experiencia profesional y personal nunca me ha
puesto ante las narices el contubernio que indicas. No se puede
afirmar algo que empozoña a un grupo de
gente y a la práctica de la lectura en la escuela sin estar seguro.
Es más, me desconcierta. En tu blog, al que sigo fielmente, siempre
te has mantenido fiel a la realidad y a las pruebas. ¿Por qué ahora
no? Lo siento, pero por mucha empatía que destilan algunos párrafos
me temo que has sido víctima de lo típico: con la LIJ todo el mundo
se atreve).
Lo que tampoco es
ilegal es lo que hacen las escuelas y las AMPA. Un libro es un objeto
que puede ser cedido y/o vendido en cualquier momento tras su compra
y dicha cesión o venta no ocasionará beneficio alguno a sus autores
ni sus editores. Siempre se han cedido libros de lectura obligatoria
en las escuelas; el problema que se plantea ahora no es cualitativo,
es cuantitativo: ha llegado un momento en que esta práctica empieza
a afectar el bolsillo de autores y editores. (Otra
inexactitud muy grave. El libro de lectura obligatoria nunca se había
cedido. Existía, como es lógico, la herencia de libros entre
hermanos, el intercambio entre familias, la encomiable e
imprescindible biblioteca de aula, de centro, las maletas viajeras,
etc.)
Finalmente muchas
editoriales, y especialmente ciertos grupos, se acostumbraron a
ofertar las lecturas obligatorias junto con los paquetes de libros de
texto, aprovechando el tirón prescriptor de la escuela y sus
maestros. Eso aseguraba un volumen de venta anual nada despreciable,
invitando a los maestros a elegir las lecturas obligatorias de un
parco catálogo. El resultado era que los padres compraban las
lecturas obligatorias casi como clientes cautivos. (Tienes
razón excepto en un tema: pocas editoriales tienen un parco
catálogo. La mayoría tienen un amplio catálogo. Incluso demasiado
largo. El término cliente cautivo es también inexacto. Los padres
se fían del criterio del maestro y compran aquello que se les dice.
El cliente es conjunto escuela-familia y la escuela escoge
libremente. Y la familia escoge escuela libremente... o casi.)
Inteligencia en
peligro de extinción
La reacción
de los escritores e ilustradores al problema mencionado ha sido la
creación de una plataforma llamada Autors
en Perill d’Extinció
(en catalán, Autores en Peligro de Extinción) a la que ya se han
adherido más de cien escritores e ilustradores. El nombre invita al
victimismo y no presagia nada bueno. (Ironía,
ironía, ironía... Aunque sospecho que si nos hubiéramos bautizado
como Plataforma de Afectados por la Socialización – La PAS-
también nos habrían echado a los perros. La verdad constatable es
que molesta recordar que hay una cosa llamada cultura que tiene
creadores a los que alguien debe pagar para que la cultura exista.
Molesta tanto que nadie se atreve a criticar a aquel que no paga en
la socialización y se le trata de cliente descontento y sí al
perjudicado).
Obviando
un contexto mucho más complejo del que a ellos les gustaría, lo
primero que han hecho ha sido redactar
y publicar un manifiesto
(Gracias
por el enlace a mi blog)
que
incluye todos los lugares comunes y los sobreentendidos que se supone
les benefician y que adolece de tres defectos sorprendentes: es muy
confuso, es demasiado largo y está mal escrito, (¿Confuso?
Parte 1: agradecimiento a la escuela y exposición de la situación
actual Parte 2: consecuencias Parte 3: lo que pedimos. Sinceramente,
en lo único en lo que estoy de acuerdo es en lo de largo. Pero no me
parece un problema, va dirigido a gente a la que, en teoría, le
gusta leer. Fuera bromas, está pensado para que los destinatarios,
maestros y familias, tengan suficientes argumentos para reflexionar.
Lo complejo no se puede resumir. Y el último apartado está pensado
para ser leído de forma independiente. Si quieres saber qué se pide
lo lees y punto).
que es lo que sucede cuando quien redacta es un comité (Asamblea.
Somos, a día de hoy, 119. Hemos redactado hasta 16 versiones según
los comentarios de los miembros de la plataforma y de aquellas
personas a las que nos hemos dirigido como: libreros, editores,
partidos políticos, sindicatos, asociaciones pedagógicas,
instituciones...)
.
He traducido algunos párrafos para ver cómo unas ideas tan cortas
pueden ocupar tanto espacio:
Durante estos
años los niños y niñas de las escuelas catalanas han tenido un
contacto directo con los escritores y escritoras que nos hemos
acercado a las aulas para comunicarnos directamente con ellos y
responder a su curiosidad. Les hemos contado cómo se escribe un
libro, cómo se crean los personajes, cómo se inventan las
historias, cómo se dibujan los álbumes…
Es cierto pero las
editoriales y los autores cobran por hacerlo. (Ah.
O sea, como cobramos nuestro trabajo de animación lectora no sirve.
No vale. Es tramposo. ¡Par diez! ¡Cobramos! Vaya, como los
maestros, conserjes, barrenderos, críticos literarios, redactores de
revistas, etc. Que pecado, que pecado señores... Lo que no cuentas
es que además de cobrar también dedicamos una buena parte de
nuestro tiempo a realizar charlas sin que haya el ponzoñoso
intercambio monetario. Aunque prometo confesarme y rezar tres Padre
Nuestro por pedir que mi tiempo profesional conlleve un pago.)
Las editoriales montan bolos por las escuelas por cada uno de los
cuales el autor puede embolsarse entre 80 y 100€. El resultado de
la socialización de las lecturas obligatorias ha sido que las
editoriales han dejado de organizar giras a sus autores porque no les
sale a cuenta. Por lo tanto: lo que se vende como valor añadido es
un servicio por el cual se cobra. (Nueva
inexactitud: las escuelas NO pagan a las editoriales por los
encuentros literarios? Pues es así. Las editoriales lo ofrecen como
regalo a los centros. Sí, para convecerlos. Pero las escuelas no
pagan. Paga la editorial. Y también paga la Institució de les
Lletres Catalanes, que cree que el contacto con el autor es bueno y
recomendable... y hasta se ensucia las manos y paga.
http://bit.ly/12rHpiJ
) Es lícito pero poco heroico contado de esta manera. Si
estas acciones se llevan a cabo gratuitamente –también ocurre-
debemos inscribirlas en la estrategia de marketing de autores y
editores: que una escuela le permita a una empresa el contacto
directo con su público –un público de corta edad y muy
influenciable- es un lujo al alcance de muy pocos. ¿Alguien se
imagina qué ocurriría si Coca-Cola consiguiera hacer lo mismo? (Ah,
vale, ahora somos como la Coca-cola. Ya veo en qué consideración
nos tienes. Es bueno saberlo. Somos igual de perniciosos que esa
bebida de fórmula misteriosa. A lo mejor somos tan malos que podemos
enredarlos para que lean. Nefasta influencia. Gracias. Viva la
consideración por la cultura. Viva. Viva. Viva. ¿O no somos agentes
culturales? A lo mejor en mi escuela me liaron y ando despistada.).
El alumnado
catalán ha aprendido que los libros tienen un valor real y simbólico
y que son sus amigos, sus compañeros de viaje, el refugio de los
sueños. Y entre todos hemos contribuido a crear un país más culto,
más próspero y más europea con unos índices de lectura y consumo
de libros propio de los niveles franceses y alemanes.
Me gustaría ver
las encuestas en las que basan su primera afirmación. (Los
índices de lectura han mejorado si los comparamos con los años 70.
La escuela tiene un gran papel en ello. Al César lo que es del
César). Más importante todavía: si de veras es cierto que
hemos alcanzado los niveles de lectura y de compra de libros de
franceses y alemanes (sic) no comprendo que en el mismo documento se
afirme lo siguiente:
Y, pese a todo,
la realidad actual es que la mayoría de las familias NO COMPRA
LIBROS a sus hijos.
Obviamente tampoco
citan ningún estudio que sustente tan atrevida afirmación. Podrían
haber dicho que las familias catalanas y por extensión las españolas
compran menos libros en comparación con otros países –algo que sí
se sustenta en base a los estudios y estadísticas de consumo
cultural- pero eso les hubiera estropeado el melodrama. (Bueno.
Con la socialización del libro de lectura las familias no compran
libros de lectura escolar a sus hijos. Es que no sé como comentar
una afirmación cierta. Los buenistas de turno nos dicen que el niño
al que le gusta el libro se lo compra. ¿Entonces porqué un libro
que se vende casi únicamente para la escuela, de repente baja en
picado su índice de ventas? No es una afirmación simpática al
estilo Torre Bruno, pero es cierta. Y ahora que citas a Oliver Twist,
te recuerdo que Dickens pasó olímpicamente de caer simpático a la
hora de reivindicar su justa compensación económica en forma de
derechos de autor y como lector-conferenciante. Dios lo tenga en su
gloria e impida su reencarnación porqué al hombre le daría un
soponcio leer que se le pone en la misma cesta que la coca-cola.).
Uno empieza a pensar que los niños catalanes son pálidas sombras de
Oliver Twist al leer cosas como esta:
Pero lo peor de
todo es que con esta iniciativa se desvaloriza el libro a ojos de
nuestros niños, vaciándose de libros los hogares catalanes. La
“tarea educativa” que se pretendía (quizás cargada de buenas
intenciones) está consiguiendo modificar negativamente la motivación
lectora, los hábitos lectores, la relación lector-libro y muchos
otros aspectos que serán irreversibles cuando nuestros niños y
niñas sean adultos.
Traducción:
si
en vez de comprar los libros cada año los aprovecháis y los dais a
leer a vuestros retoños durante unos cuantos cursos, les estaréis
causando un daño irreparable y crecerán torcidos.
Vaya… ¡veo miles de tiernas áreas de Broca
y
Wernicke
devastadas
por la lectura de libros usados! Si algo me subleva especialmente es
el chantaje emocional con niños de por medio. Viniendo de gente que
se supone que ejercita la mollera, este sólo párrafo ya cuestiona
su credibilidad. (Ah,
claro, la mollera que equipara autores literarios con coca-cola
merece un Nobel. No es un chantaje emocional. Al niño se
le indica
que el libro es algo que no merece ser pagado porque desde la
escuela, su guía cultural, se le dice
que
se le regala, se le presta, se le intercambia... pero JAMÁS se
compra. El niño, que es listo, sabe que lo bueno, como
los juegos de la Play, valen un pastón. Puro márketing amigo mío,
que la gente de Nintendo domina a la perfección.)
¿Pueden indicarme qué estudios demuestran que se está modificando
negativamente la motivación lectora y el resto de aspectos aludidos?
¿Pueden citar casos de otros países en los que la socialización
haya tenido efectos tan perniciosos? Obviamente no pueden. Lo del
vaciado de libros de los hogares catalanes me retrotrae al Hombre del
Saco, versión bibliófila. (¿Y
tú? ¿Puedes mostrar estudios que afirmen lo contrario? Tampoco
puedes. No se hacen. La plataforma nace de la experiencia directa de
118 autores que recorren el territorio en contacto directo con las
aulas. Puedes no creernos, claro. Es tu elección. Pero se ha
constatado un hecho alarmante -aviso, es antipático a matar- la
consideración al autor cuando el libro está socializado es mucho
menor que cuando el libro no lo está. He avisado, no era un plato de
gusto.)
¿Qué fines
persigue “la reutilización”? ¿Fomentar la lectura o ahorrar el
coste de un libro única y exclusivamente? En el caso de familias
necesitadas entendemos que es imprescindible proporcionar bolsas de
libros, pero en el 90% de los hogares catalanes la compra de un libro
de lectura de ocho euros es un gasto asumible y pequeño comparado
con otros gastos educativos que las familias asumen naturalmente
[...].
La
reutilización persigue el ahorro de dinero. Aquí no hay
conspiraciones ni mala fe, lo que hay es poco dinero, tanto en el
erario público como en el bolsillo de muchas familias. Reutilizar
los libros no atenta contra el fomento de la lectura, de ser así las
bibliotecas públicas serían una muy mala idea. Tampoco es de recibo
decirles a las familias lo que deben hacer con su dinero desde una
pretendida superioridad moral o intelectual. No se puede afirmar que
para el 90% sea un gasto asumible, cuando el Instituto Nacional de
Estadística afirma que el 21,9% de la población catalana está bajo
el
umbral de la pobreza
y el
paro
ronda el 24,53%. ¿Tienen estos autores algún estudio, alguna
estadística, que refrende sus afirmaciones? No lo creo. (Ah,
claro. Otro nuevo pecado. Decirles que necesitan una carpeta y una
calculadora es lícito. Decirles que necesitan un libro es anatema.
Explica mucho sobre la situación del país cuando un blog cultural
nos acusa de ser tan malos por querer que los niños lean y tengan su
biblioteca personal. Y hablando de chantaje emocional, este que nos
acabas de servir es excelente. Además que obvia que el manifiesto
pide la creación de un fondo de libros y de dinero para aquellas
familias que lo necesiten. Hay un detalle importante. La
socialización aumenta la brecha económica y social. Las familias
con dinero y lectoras tienen libros en casa con socialización o no.
Las no lectoras y afectadas económicamente, ni el libro de lectura
escolar tiene ya. Pero claro, decir en voz alta y clara que un libro
es algo recomendable es espantoso.
)
¿Si ya hay un
libro de lectura asignado cómo se implica el profesorado en la
búsqueda de novedades y prescripciones? ¿Qué estímulo tiene el
profesorado para recomendar lecturas y estar al día de las nuevas
publicaciones, revistas prescriptoras y asociaciones pedagógicas de
fomento de la lectura si ya tiene un libro asignado que no puede
cambiar?
Los maestros no
son protozoos que sólo respondan a estímulos externos. Teniendo en
cuenta el vapuleo doctrinario, presupuestario y legislativo que
siempre han sufrido, lo que no les falta es implicación ni
motivación. Como en cualquier trabajo, los hay apáticos pero
también los hay muy activos. Los primeros trabajarán con los libros
asignados y punto. Los segundos ya se sabrán buscar la vida –en un
mundo en el que todo está a un gugleo de distancia- para
enriquecer sus clases y recomendar otras lecturas a los niños que,
estas sí, puedan comprar sus padres. (Vale,
pero en las muchísimas horas compartidas en clase la lectura que
leerán es la que les ha tocado en la rifa de la socialización. Sí
o sí. Y si no les gusta pues se aguantan. ). No hay que
devanarse mucho los sesos con la peor psicosociología de salón. (El
error de base de tus tres artículos es este: las escuelas utilizan
nuestros libros. Lo repito por si no queda claro. Los utilizan.
Quiero decir, no han encontrado nuestros libros horribles y
espantosos. Incluso, y ahora puede que
te de un pasmo, no han encontrado el formato anticuado por muy de
papel que sean. Les gustan tanto que se
los han quedado hasta para diez años seguidos. La lectura forma
parte de su currículo
y cuando un profesor llega a una aula debe enseñar a multiplicar y
se encuentra con que tiene que hacer leer un libro que decidió un
compañero suyo hace tiempo y que puede que le repatee. No
puede buscar otra lectura. Se la tiene que comer con patatas. En el
mundo de los coach motivacionales a eso lo llamarían de todo, pero
motivación, pues no. Por eso los autores, cuando entramos en un aula
con el libro socializado, al momento nos damos cuenta de si ese
maestro ha elegido la lectura o se la ha encontrado como herencia
envenenada. ¿Has hablado con maestros en esa situación? Nosotros
constantemente. De aquí la creación de la plataforma. )
La colección de
perlas del manifiesto no termina aquí. El collar se completa bajo un
amenazante título que añade suspense a la cosa: Quizás el
alumnado SE PREGUNTA. O quizás no, vaya usted a saber. (Ay,
madre, que horror, los autores amenazan con hacer pensar a los
alumnos. Eso es mucho, pero que mucho peor que amenazarlos con
animarles a leer. ) No han hecho ningún estudio de campo (¿Como
lo sabes? ¿Has tenido el detalle de preguntar? Nadie de la
plataforma ha recibido un mail, llamada o tam-tam por tu parte.
Nuestra experiencia durante años es un trabajo de campo impecable)
, ninguna encuesta, ningún meta-análisis que refrende lo que dicen.
Para no alargarnos más, de su simple especulación (Si
especular es patearse escuelas, pues vale.) se desprenden
párrafos como este:
¿Qué valor
tiene el trabajo de un autor o autora? ¿Nos hemos preguntado alguna
vez de dónde sacan el dinero para seguir adelante y escribir las
historias que leemos? Un carpintero, un albañil o un médico cobran
por el trabajo que hacen. Nos fabrican un mueble, echan abajo un muro
o nos operan y nosotros pagamos un dinero por su trabajo. ¿Pensamos
que los creadores no deben cobrar por el trabajo que hacen? ¿Si la
cultura no se paga (piratería) quien defenderá la cultura?
Las dos primeras
preguntas se merecen, como consumidor, una cruda respuesta: Ni lo sé,
ni me importa. (Ah, pues a eso le llamo yo
consumo responsable. Y valorar al autor. De nuevo mil gracias. Yo
creía que sí importaba porque el libro que tienes entre manos no ha
nacido de una espora de champiñón. Aunque tienes razón, no
deberíamos tener que explicarlo, pero tu artículo me demuestra, de
nuevo, que tenemos razón en llamar al pan, pan y al vino, vino. )
Para todo aquél que ahora esté escandalizado, vamos a probar con
llevarlo al absurdo: ¿Qué valor tiene el trabajo de un
fabricante de lavadoras? ¿Nos hemos preguntado alguna vez de dónde
sacan el dinero para seguir adelante y fabricar las máquinas con las
que lavamos la ropa? (Pues yo me lo
pregunto y por eso las pago, porque creo que alguien ha hecho su
trabajo. Y no robo en las tiendas y cosas así. Pero a lo mejor soy
rara y vivo en el país de los filibusteros). Así
de fácil es pasar de lo heroico a lo patético; cada cual tiene
derecho a ganarse la vida con lo que hace siempre y cuando alguien
decida que tiene valor, que ese valor es convertible en dinero y que
además está dispuesto a pagar por ello.
Cuánta razón
tienen y cuán equivocados están (Vale, yo a
lo mejor seré victimista-irónica, pero esto atufa a paternalismo).
La actitud de los autores es humanamente comprensible pero están
profundamente equivocados. Los autores han decidido emprender sus
acciones bajo diferentes estrategias muy convencionales. En el
siguiente capítulo las analizaremos y, en el tercero, propondremos
algunas soluciones. (Mama, miedo)
La
socialización del libro infantil y juvenil en Catalunya (2): el
verdadero problema
¿La
socialización de libros sólo es perniciosa si los autores y
editores no cobran? ¿Si se les compensa económicamente la
socialización dejará de ser mala por arte de magia? (Bueno,
aquí tenemos un problema semántico estimado autor del artículo. Si
se paga a los autores NO es socialización, es aquello tan romántico
de toda la vida. Ay, vaya, ahora voy a ser acusada de vintage por
querer que las librerías tengan clientes. Y que los lectores tengan
libros que releer. Y puedan dejarle el libro a su vecino. Y que se lo
firme el autor. Y subrayarlo.
No sigo que me emociono).
La actitud de los
autores es humanamente comprensible pero están profundamente
equivocados, especialmente porque todas sus acciones se basan en la
creación de un lobby clásico. (Hemos aplicado
el método científico y como resultado lo siguiente: tras años de
ir cada uno por su lado la situación ha sido nefasta. Vamos a probar
a ir juntos.) Su intención es alcanzar masa crítica
suficiente para ganar legitimidad y poder de presión para llevar
cabo las dos estrategias siguientes (Nuestra
intención es dirigirnos a las escuelas y familias tal y como se dice
en el manifiesto “Benvolgudes i
benvolguts Mestres, AMPES i Institucions Educatives”):
Ganar
influencia sobre la opinión pública: mediante los medios de
comunicación clásicos y, en menor medida, redes sociales.
Ejercer
presión sobre la administración pública competente: para que
implemente medidas tendentes a compensar a los autores mediante
soluciones del tipo Public Lending Right. (Eso
donde lo dice? Actualmente nadie lo está exigiendo. Cosa que no
quiere decir que no lo acabemos pidiendo, pero vaya, como morcilla
en el manifiesto actual es fantasiosa.)
Lo equivocado de
este planteamiento es que se aplica sobre un problema que, en el
fondo, no es nada convencional. Sólo en su superficie la
socialización del libro es un simple problema de justa remuneración
al autor –y tratarlo así desautoriza todo su Manifiesto, pero de
eso ya hablaremos más adelante.
La insoportable
levedad del libro en la escuela
Lo que realmente
subyace a la socialización es un cambio de percepción del libro
como herramienta educativa; es más, si el libro deviene herramienta
educativa activa en la escuela, deja de ser un objeto contenedor de
conocimiento y deviene un servicio de transmisión de conocimiento,
un nodo de una red en la cual el profesor es el facilitador de
información y contenidos. Obviamente muy pocas familias –puede que
ninguna- lo racionalicen de este modo pero sí perciben que usando un
mismo libro durante varios años logran un ahorro considerable. Es de
Perogrullo. Paradójicamente eso acerca al libro a la realidad de
muchos otros objetos de uso cotidiano, como los muebles domésticos,
pero a la vez los aproxima también al concepto de servicio por
cuanto se asocia al disfrute diferido de unas prestaciones: la
narración contenida en el libro. Esa dualidad objeto/servicio -¿es
el libro de papel, especialmente el escolar, un servicio encerrado en
un objeto?- es lo que creo que confunde a muchos autores y a no pocos
editores. Ellos perciben la venta de objetos mediante los cuales se
realizará la experiencia de una lectura única o bien se realizarán
múltiples lecturas por una persona, mientras sus clientes, los
usuarios de los libros, perciben el libro como un objeto mediante el
que disfrutar de un servicio: que muchos niños lean durante unos
cuantos años mediante el mismo ejemplar. Uno de los párrafos del
Manifiesto dice lo siguiente:
Ahora, en 2013,
en muchas escuelas de Catalunya se considera que los libros son un
gasto prescindible para las familias y es necesario que sean
reciclados y pasen de mano en mano sin pertenecer a nadie. La
“reutilización” a menudo no distingue entre libro de texto y
libro literario.
Y yo me atrevo a
añadir: ni distingue, ni tiene por qué hacerlo. El libro, en la
escuela, es un objeto accidental, una contingencia. Todo libro, en la
escuela, es un libro de estudio, sea cual sea la intención inicial
del escritor; nada hay más aburrido que una lectura obligatoria, por
muy bueno que sea el libro. (Eso lo dirás tu,
que por exigir números y estadísticas te quedas muy corto a la hora
de ilustrar tus afirmaciones con datos. Nadie discute que se obligue
a multiplicar y a emocionar a los niños con la magia de las
matemáticas. Pero leer por obligación dice el tópico que es
horrible. Pues no es así. O no tiene que ser así. Yo no tuve esa
experiencia. O sí. Tuve maestros que me obligaron a leer a Michael
Ende y a Sebastià Sorribas y cuando me acuerdo vuelvo a enviarles mi
agradecimiento. Y otros que lograron que aborreciese al autor
propuesto. Niegas al maestro su oficio: el de contagiar su
entusiasmo. Tu condenas. Lectura obligatoria: asco. Entonces ¿los
cientos de niños que he visto entusiasmados con los libros que han
leído por obligación que debían haber tomado? Ya lo sé:
coca-cola. ) Su valor de manifestación creativa unitaria se
diluye y se subordina a los objetivos educativos que se quieren
alcanzar mediante su uso. Su materialidad es un espejismo, un
artificio hasta hoy imprescindible para transmitir conocimiento.
Lobbys y
conservadurismo
De las
diversas formas con las que cuenta un colectivo para defender sus
intereses, los escritores e ilustradores han elegido el menos
adecuado, el del clásico lobby de presión. Según
la definición de Wikipedia:
Un lobby […]
es un colectivo con intereses comunes que realiza acciones dirigidas
a influir ante la Administración Pública para promover decisiones
favorables a los intereses de ese sector concreto de la sociedad.
Yo añadiría que
también se crea para influir en la opinión pública mediante la
opinión publicada cuando el comportamiento del consumidor es de
vital importancia. Autors en Perill d’Extinció es un lobby,
al menos a tenor de sus primeras acciones y reivindicaciones. Es
conservador, inmovilista y dependiente. Es conservador porque lo que
desean es volver a la situación anterior, sin proponer un marco
nuevo que beneficie a todos. Es inmovilista porque no parecen
dispuestos a emprender acción proactiva alguna ni se percibe un
ápice de autocrítica. (Mmmm, esto, repito lo
dicho ¿Te has puesto en contacto con nosotros? Llevamos ya más de
diez reuniones y cuando llevemos veinticinco te aviso, que
llegaremos. Las tenemos planificadas. Y
no solo con la administración. Pero a
lo mejor reunirse, hablar, y tratar de encontrar puntos de encuentro
no es proactivo. ¿O sí?). Es dependiente porque exigen que
sus pérdidas sean compensadas con dinero público mediante la
modificación del marco normativo. (¿Eeeeeh?
No se pide nada de eso. Se pide que se reflexione y que las familias
vuelvan a pagar los libros. Y que el que no llegue que sea ayudado.
Anda, dime dónde lo pedimos, subráyame
el texto porque a lo mejor firme algo que no era. Puedo estar floja
en comprensión lectora, no te digo yo que no... )
Cuando una
industria deviene oligopolio –como es el caso del petróleo, el gas
y la electricidad- la creación de un fuerte lobby de presión es una
medida lógica, aunque a muchos pueda parecernos odiosa y poco
democrática. Cuando se percibe al usuario como un cliente cautivo,
un lobby es muy eficaz pues la opinión del usuario final, o bien no
importa, o es soslayable.
El libro infantil
y juvenil es muy diferente. Aunque durante años se ha tratado a los
alumnos y a sus familias como un público (casi) cautivo, (Como
te gusta la palabra cautivo. ¿Te recuerdo algo muy feo? La enseñanza
es obligatoria (ay pobres niños cautivos) y eso es hasta recomendado
por la ONU) dicho trato partía de unas características de
distribución muy particulares, no del hecho de disponer de un
recurso limitado y realmente oligopolizable. Por muy valiosa
que nos parezca la narrativa infantil y juvenil, no es un recurso
limitado, no puede permanecer en manos de unos cuantos –sus medios
de producción tampoco- y, una vez rota la dinámica convencional de
la distribución, no se puede seguir tratando a sus usuarios como
invitados de piedra. (Esos “unos cuantos”
son autores y editoriales que libremente han sido elegidos por la
escuela. Y muy pero que muy importante, SIGUEN SIÉNDOLO, pero la
escuela se queda sus libros diez años seguidos. O sea, que nadie nos
pide que nos convirtamos en escritores que bailan claqué, quieren
que escribamos. Aunque no están de acuerdo con pagarnos).
La opinión
publicada (ya) no equivale a la opinión pública
Lo primero
que han conseguido los autores con su Manifiesto ha sido ganarse el
aplauso de la opinión publicada (unos cuantos ejemplos en la prensa
local: Diari
Ara,
(Ay,
madre, ahora resulta que soy periodista cultural, no, que soy
periodista. Pues no. Me limito a escribir una columna de opinión y
no en la sección de cultura. Un poco más de rigurosidad, por
favor). Diari
de Girona,
Diari
de Tarragona,
El
Punt Avui,
Catalunya
Ràdio,
8TV).
Esta aparente victoria es peligrosa; salvo honrosas excepciones, el
periodismo cultural de nuestro país es una claque
que comparte caja mental, prejuicios, copas y saraos con su objeto de
trabajo y cualquier destello de objetividad es pura coincidencia; hay
honrosas excepciones, insisto. (O
sea, ¿TODO lo que publiquen es horrible? ¿Todo? Muy riguroso de
nuevo, por cierto).
Contar con la
aquiescencia del periodismo cultural es cada vez más peligroso, pues
puede convertir la autoconfianza en auténtica hibris. Hace un
año los responsables de la librería Robafaves se llevaron un buen
chasco cuando, contando con (casi) todas las complicidades mediáticas
locales y autonómicas, recibieron una sonora pitada popular a su
petición –una forma amable de describir sus exigencias- de
recibir del vulgo 250.000 € para reflotar su negocio. No lo
consiguieron, y eso que apelaron a su supuesto papel estratégico en
el panorama cultural local y a sus grandes y denodados servicios
culturales a la patria. (Vale, y como se
equivocaron una vez, a partir de ahora nunca jamás vamos a darles
crédito. Genial.)
La presión
sobre la administración pública les quitará la razón
En cuanto a las
administraciones públicas, y en concreto la Consejería de Educación
de la Generalitat de Catalunya, los autores conseguirán lo mismo que
la mencionada librería: silencio y telarañas. Por un lado la
Generalitat no dispone de los recursos necesarios para resarcir a
autores y editores mediante algo parecido al Public Lending Right.
Si precisamente las escuelas públicas están empezando a
socializar los libros es porque la penuria presupuestaria es total.
No tendría ningún sentido volver a gastarse el mismo dinero público
pero por otro lado.
Tampoco tengo muy
claro que la misma Consejería de Educación pueda obligar a las
escuelas a volver a comprar los libros cada año, y eso por dos
motivos: dudo que el marco legislativo sirva para obligar a nadie a
comprar algo que no quiere comprar y para lo que no dispone de
presupuesto –aunque en este país pasan cosas más raras- y estoy
seguro que es imposible obligar a las AMPA, que son asociaciones
privadas, a comprar nada a nadie, por muchas subvenciones que reciban
–que de hecho son más bien pocas. (Las AMPA
no cooooompran, o no todas. Y nadie ha dicho naaaaaada de Public
Lending Right. Esto
empieza a ser pesado de tan inexacto. Es más, no tienes puñetera
idea de lo que pedimos a la administración más allá de lo que pone
el manifiesto porque no has preguntaaaaado. Me aburro.)
Por si la realidad
no fuera suficientemente elocuente, los Autores en Peligro de
Extinción corren el peligro de dispararse en el pie proponiendo
fórmulas compensatorias como la Public Lending Right (Insisto,
me aburrooooo. Bueno, voy a ser proactiva, si encuentras en el
manifiesto las palabras Public Lending Right te pago una coca-cola)
: el Manifiesto augura todo tipo de males a aquellos niños cuyas
escuelas y familias caigan en el error (sic) de socializar los libros
(Sí. Socializar es un error. Aún no he visto
en tus tres artículos ningún argumento a favor. Más allá de lo
económico. Y sinceramente, antes debería socializarse el pan, y los
hornos están llenos de gente pagando). Lo que no sé es como
se puede sostener este argumento y, a la vez, pretender disfrutar de
una compensación que no consiste en volver a comprar los libros cada
año, sino en percibir un canon por el uso reiterado de los mismos
títulos. (Dos coca-colas) Recuperemos
las dos preguntas con las que iniciamos este artículo: ¿la
socialización de libros sólo es perniciosa si los autores y
editores no cobran? ¿Si se les compensa económicamente la
socialización dejará de ser mala por arte de magia? (Vuelvo
a insistir. Soy paciente. Mis hijos creen lo contrario pero este
artículo muestra que sí, lo soy. Dice la RAE y gente similar que si
algo es comprada ya no puede catalogarse como socialización. Lo
siento, no es culpa mía. Yo no me encargo de las definiciones, pero
tampoco te voy a engañar ocultándolo.)
Los autores y
editores tienen un doble problema: sufren un perjuicio económico
considerable a causa del cambio de comportamiento de sus clientes y,
a la vez, se equivocan en el enfoque y la búsqueda de soluciones.
Tener razón y acertar el diagnóstico no basta, además hay que
acertar en el tratamiento del problema. Tras analizar el problema y
argumentar por qué los autores se equivocan, en el próximo artículo
propondré soluciones no agresivas para superar este reto. (Lo
proactivo es documentarse, preguntar, investigar, saber de lo que se
habla. Plantearse que, quizás, haya prácticas equivocadas que deben
cambiarse. Lo que cobramos los autores es algo pequeño. ¿Que hay
más agresivo que empequeñecer lo pequeño? Bueno, al FMI y al Banco
Mundial le chiflan dichas soluciones).
La
socialización del libro infantil y juvenil en Catalunya (3): una
respuesta proactiva
Los escritores
e ilustradores de literatura infantil y juvenil agrupados en la
plataforma Autors en Perill d’Extinció tienen
un grave problema y, al menos de momento, han equivocado la solución.
Sería muy fácil por mi parte ponerlos a bajar de un burro y
callarme, pero también sería deshonesto. No pretendo sentar cátedra
y no quiero solucionarle la vida a nadie –suficiente tengo con la
mía y no estoy seguro de salir airoso-, en este artículo propongo
una estrategia proactiva basada en acciones muy distintas a las
emprendidas por los autores mencionados.
Los autores y
editores parten de un punto de partida complicado. Empecemos haciendo
un DAFO muy resumido:
Debilidades:
están muy fragmentados y muy poco organizados. Excepto los
grandes grupos, las editoriales del sector son medianas pero sobre
todo pequeñas. Son dependientes de un sistema de distribución que
no controlan y que, de hecho, nunca han hecho nada por controlar,
porque circunstancialmente ya les era provechoso. También han sido
históricamente dependientes de los clientes institucionales, hasta
el punto que un porcentaje muy grande de su cuenta de resultados está
dominado por ellos. Sus principales clientes institucionales han
pasado a comprar la mitad, un tercio o incluso una cuarta parte de lo
que compraban hasta hace poco.
Amenazas:
su especialización puede dejar fuera a las más pequeñas porque
carecen de la masa crítica suficiente para resistir periodos
prolongados de bajos ingresos. La digitalización pone en cuestión
su papel, pues cada vez más fabricantes de software invierten en
productos infantiles educativos, muchas veces muy similares a un
libro de literatura infantil convencional, mientras que los grandes
grupos empiezan a ofrecer paquetes digitales cerrados, cuando no
entornos educativos enteros. Las escuelas y AMPA disponen de
herramientas como Bookint,
una red social especializada en el intercambio de libros escolares
–de texto, de lectura obligatoria y de lo que cada escuela y AMPA
decida- de coste muy bajo y de alta rentabilidad que facilita todavía
más la socialización.
Fortalezas:
Su especialización es, a la vez, amenaza y fortaleza. Aunque la
literatura infantil y juvenil no parece tener muchas barreras de
entrada, el peculiar modo de distribución a las escuelas puede
disuadir a nuevos actores –aunque eso dejará de ser así ahora que
el modelo de distribución entra en crisis. Poseen, tanto autores
como editores, un conocimiento profundo y extenso de su público.
Como ha demostrado la creación de APE, pese a estar inicialmente muy
fragmentados su capacidad de reunirse para responder a una amenaza
común es muy grande. Un espacio comunicativamente pequeño como es
el catalán limita mucho el negocio, pero presenta una barrera de
entrada natural para todo aquel que inicialmente no trabaje en ese
idioma. Ser pocos en términos absolutos puede ser una fortaleza.
Oportunidades:
Cuentan con una ventana de oportunidad que suele darse en contadas
ocasiones y es el espacio que queda entre lo viejo que no acaba de
morir y lo nuevo que no acaba de nacer. Este espacio todavía no ha
sido cubierto del todo por los grandes grupos y puede que consigan
mantener una cuota importante o incluso encontrar la manera de
convivir con ellos y seguir formando parte de las soluciones que
tanto las escuelas como las familias necesitan.
¿Qué haría
yo?
En la relación
con un cliente toda empresa debe procurar formar parte de las
soluciones, no de los problemas, y mucho menos mostrarse altiva,
antipática y suficiente, (Oh, perdón, juro
que jamás volveré a pedir cobrar por mi trabajo... ¿Tu tampoco,
verdad? ¿O no te molesta ser tildado de suficiente cuando alguien
insinúa que no va a pagarte por algo que has realizado?)
combinación que lleva a perder clientes de manera
irreversible. Un cliente puede volver si se le convence que el
puntual mal servicio que motivó su marcha ha quedado atrás, pero
nunca volverá si su marcha fue motivada por el desprecio.
(COOOOOOOÑ... perdón. Se me ha escapado.
Ahora resulta que escribir, procurar que lo que escribes esté bien,
e ir a los colegios a explicar tu trabajo, realizar animaciones
lectoras, cuando se te pide es.... !!!!actuar con desprecio!!!!! ¿O
quizás te refieres a algunos editores? Si es así no es que hayas
sido inexacto, has sido algo peor. Llevas muchas líneas hablando de
un solo nombre propio “APE” y ahora, cuando toca repartir leches,
te equivocas de destinatario. Porque el
mal servicio no es tal. A nosotros solo se nos pide un cambio, que
nos olvidemos del dinero. Es el único mensaje que nos lanza la
socialización. Porque nuestros libros se siguen usando de la misma
forma. Bueno, no. Los lectores no pueden quedárselos.)
Si esto se cumple con una sola empresa, todavía es más
cierto cuando hablamos de un colectivo, tan fácil de estigmatizar
con cualquier excusa.
Autores y editores
corren el riesgo de perder el capital social ganado hasta el día de
hoy; enarbolar los servicios prestados no lo va a impedir, porque
convierte una relación con valor añadido cívico y cultural en una
simple transacción comercial. Creo que no es eso lo que buscan.
(¿Bueno,
a quién te diriges? La plataforma APE está formada solo por
autores. Los editores no forman parte de ella. ¿Y luego dices que no
nos pones en un mismo plano?)
Hasta ahora
he estado criticando desde la barrera, una posición cómoda y un
poco desleal. Aquí voy a proponer una forma alternativa de afrontar
los problemas de autores y editores bajo un enfoque comercial y de
mejora de la eficiencia, que es el que considero correcto y que se
basa en el concepto de coopetición:
cooperación+competición (o concurrencia), cooperando en aquello que
mejore la eficiencia del sector y compitiendo en aquellos nichos
coincidentes, bajo una nueva forma de pensar:
Proactividad:
autores y editores deben pasar de una mentalidad pasiva,
acostumbrada a trabajar con unas condiciones impuestas que llegan a
su fin, a crear unas nuevas condiciones que les beneficien. Como
comentaba anteriormente, hay que formar parte de las soluciones
adaptándose a las necesidades de alumnos, familias, escuelas e
instituciones, no al revés. Sin este cambio de mentalidad el resto
no tiene ningún sentido y no hay cambio de mentalidad posible sin
renunciar al lobby clásico, al pataleo y al consabido qué hay de
lo mío, con el que han empezado a afrontar la situación. El
cambio de mentalidad también pasa por dejar de pensar como
escribientes y fabricantes de libros y pasar a
considerarse prestadores de servicios culturales y educativos, porque
es lo que están haciendo los grandes grupos.
Cooperación:
la reacción de la plataforma APE demuestra que, llegado el caso, son
capaces de ponerse de acuerdo con relativa facilidad. Como ya he
dicho en otros artículos, al libro de papel le queda todavía un
gran potencial de eficiencia. La única forma de ganar mayor
eficiencia pasa por acuerdos entre las diversas editoriales
especializadas que les permitan ganar escala y poder de negociación
con proveedores mientras, en la vertiente comercial, editoriales con
catálogos complementarios realizan campañas conjuntas. El objetivo
final es mejorar el margen operativo y aumentar la facturación, de
forma que mejore la rentabilidad, se ofrezca el mismo producto a un
precio más bajo, o una combinación de ambas. El beneficio para los
autores sería indirecto y vendría por el aumento en las ventas. No
se trata de un proceso fácil, pero la alternativa es sombría.
Digitalización:
la escuela es uno de los entornos en los que actualmente más se
impulsa la digitalización. Iniciativas como Aula
Planeta
–con
el ejemplo que Manuel Gil mencionaba en su blog-
dejan muy claro que el objetivo de los grandes grupos es copar
completamente este sector. El verdadero problema para los autores y
editores del libro infantil y juvenil es ese, no la socialización.
Si no reaccionan con prontitud, innovación y flexibilidad a este
intento de convertir las escuelas en jardines vallados, su lamento no
vendrá por el descenso de ventas, sino por su completa desaparición.
(Eeeeh,
bueno. Muy bonito. Muy bonito. Lástima que tantos colegios se hayan
descolgado de la digitalización porque las wifi no dan. También
oorqué las instituciones educativas hacen algo llamado recortes. Y
porque a los maestros no les ha convencido el extinto programa 1x1.
Ah, y porque realmente el sistema actual les va de narices. Tiene
libros en papel.)
Marketing: por
incómodo que resulte, el libro es un producto y el problema de
autores y editores es también un problema de disminución de ventas
y facturación. (Bueno, de un uso incorrecto)
Una de las respuestas debe provenir del marketing. Es absurdo que los
editores paguen a sus autores –muchos los hacen- para ir a dar
charlas a las escuelas; las giras por las escuelas deberían estar
incluidas en las labores de promoción de sus libros. (Ah,
claro. Porque ahora voy a ser una excepción MUNDIAL, los editores me
van a subir el tanto por ciento y me darán el 25% o más y así me
compensará el tener que ir a tantos colegios gratis Como ucronia es
bonita, pero un tanto psicotrópica ¿O propones que cobre menos por
hora que el señor que arregla lavadoras? ). Tener un acceso
tan fácil a prescriptores –maestros- y a usuarios –alumnos- debe
ser más valorado y mucho mejor aprovechado. Los eventos deberían
incluir también a las familias, que son las compradoras.
(Vale, y les limpio los cristales de
casa).
Gama:
una solución comercial es también una solución de desarrollo de
producto. Sería recomendable que autores y editores concibieran sus
libros como parte de una gama de productos alrededor de los cuales
ofrecer un servicio y, a la vez, diversificar las ventas. Eso no es
nada nuevo y lleva lustros inventado, pero aplicado a los libros
socializados implicaría el desarrollo de distintos productos
alrededor de ellos. De este modo se ofrecería a las familias la
posibilidad de reforzar la experiencia educativa con material
complementario que, en cualquier caso, sería de libre adquisición,
aunque nadie quita a las AMPA la opción de adquirir dicho material
para la escuela. Los productos a desarrollar pueden ser diversos:
desde otros títulos, a software y juguetes educativos basados en el
mismo concepto que el libro original, por no hablar del impulso del
fanfictionentre
los escolares, etc. (Ay,
madre, las familias que ahora no compran libros, de repente, cuando
se les diga que con el libro va un juego, van a saltar de emoción y
van a arrasar con las existencias. Pero entonces... ¿Por qué las
escuelas que socializan no compran los libros que ya se ofrecen con
actividades online? No sé, algo no me cuadra. )
La respuesta
debe ser comercial, no institucional
En cualquier caso
la respuesta al problema de autores y editores debe ser comercial,
intentando que aquello que las escuelas no compren puedan comprarlo
las familias. (Vale, justo lo que pedimos.
¿Para esto todas esta parrafada? ¡Bernat, publica un libro de
literatura infantil y juvenil y hazte de la plataforma! ) Como
ya se dijo en el anterior capítulo, muchas de ellas tampoco pasan
por un buen momento, pero puestas a adquirir un número limitado de
material educativo de refuerzo, pueden ser más sensibles a lo que ya
conocen en la escuela –sea lo que sea- que a algo que no conocen. Y
en ese aspecto orientar la oferta editorial como un servicio y
ampliar la gama de producto parece una buena alternativa. Por otro
lado y aunque ahora no nos lo parezca, la crisis llegará tarde o
temprano a su fin –sea el que sea- y debemos suponer que el consumo
mejorará. Eso debería pillar a los autores y editores de libros
infantiles y juveniles con la reconversión hecha.
Por doloroso
que resulte, el mercado del libro infantil y juvenil ha encogido. (Y
un rábano. ¿Cómo puede encoger algo que sigue igual? No hay NI UNA
escuela que haya dejado de usar libros y de la misma forma. A eso le
llamo yo mantenerse. No hay nada más conservador que la
socialización, porque inmoviliza determinadas lecturas y usos. Las
congela. Las secuestra. Nunca las encoge. ) Eso
significa que no van a sobrevivir –comercialmente hablando- ni
todos los autores ni todas las editoriales. Algunos se quedarán por
el camino, pero aquellos que apuesten por luchar deben hacerlo bajo
un nuevo espíritu de coopetición: cooperando
en aquello que sea bueno para mejorar la eficiencia del sector,
compitiendo en aquellos nichos en los que las respectivas ofertas
sean coincidentes. Se juegan su existencia: los grandes grupos no van
a detenerse y las administraciones públicas no pueden ayudarles.
(Sinceramente,
esperaba algo más de tí. Podrías haber consultado antes a gente
como Andreu Martín o Gemma Lienas que han probado fórmulas para
comercializar sus libros de forma alternativa y digital... y no han
funcionado. O a lo mejor podrías haber pisado un cole y preguntar a
los maestros qué piensan. ¿siguen considerando que los libros son
necesarios? Nosotros sabemos que sí. A ver, ¿si no los
necesitasen, por qué iban a socializarlos?También deberías saber
como está el mercado digital en relación con el público
infantil-juvenil. Los editores te cuentan por lo bajini que es un
desastre porque los padres pasan de comprar un ereader a cada hijo,
para que se lo cargue en un santiamén... Creo, como tu, que el papel
y el digital convivirán. No estoy ciega. Pero el manifiesto no habla
de la situación general de los libros. Habla de los libros de
lectura obligatoria en el aula, y de como a los niños en el los
centros escolares, se les ofrece mil opciones menos la de comprar un
libro. O sea, que se les oculta un pequeño dato. Además, y como
consecuencia, el valor del libro baja. A lo mejor en el mundo ideal
de las utopias ideales no debería ser así. Pero la realidad es
tozuda. Lo que empujó a crear la plataforma es la preocupación. El
puntal de la cultura en Catalunya, la escuela, de repente ha
generalizado una práctica que deja a los autores de aquí en
mantillas. Ahora ya sabemos que tienen claca: los blogueros
culturales. Bueno, espero que no. Espero que todo sea fruto del
clima. En Barcelona hemos pasado de los 18 grados a los 26 en poco
tiempo y eso puede nublar hasta a la mente más lúcida. Lo espero.
Lo deseo. Necesitamos a gente como tú. Con cariño, Anna.)